Haciendo memoria sobre La Huelga De Las Bananeras

Por Mauricio Trujillo Uribe 
6 de febrero de 2024 

Hace 96 años, el 6 de diciembre de 1928, tuvo lugar un hecho que estremeció al país: la Masacre de las Bananeras, trágico epílogo de la huelga de los trabajadores de la United Fruit Company, conocida como la Huelga de las Bananeras. Un crimen de Estado que trascendió las luchas políticas y sociales de los años Veinte, influyendo significativamente en el fin de la Hegemonía Conservadora, que para entonces llevaba 43 años en el poder, e inicio de la República Liberal en 1930.

En los años veinte la censura de prensa y la restricción de los derechos individuales eran el pan cotidiano. En el gobierno conservador de Pedro Nel Ospina, 1922 a 1926, las reivindicaciones sociales y las aspiraciones de cambio eran vistas por las élites conservadoras y los medios de comunicación como “ideas peligrosas”. Esta percepción se acentuó a partir de 1926, año en que fue electo el conservador Abadía Méndez, siendo el único candidato en contienda.

Su gobierno acoge entonces la teoría de la “guerra interior” desarrollada por la escuela militar chilena[1] y la mayoría de los oficiales la asumen, entre ellos el entonces Ministro de Guerra, Ignacio Rengifo, que decía: “Aquellas manifestaciones colectivas de los trabajadores y obreros, […], rayanas en asonadas, en tumulto y aun en sedición, […] con el fin o con el pretexto de hacer exigencias o de imponer condiciones a los patronos de las empresas públicas o particulares […] no pueden llamarse huelgas en la mayor parte de los casos ni ser consideradas como tales en la acepción legal de ese vocablo, sino como verdaderos movimientos o actitudes subversivas y de carácter revolucionario”[2].

UN PAÍS EN MOVIMIENTO

En esa década, Colombia era un país con una economía cafetera en ascenso favorecida por los altos precios del grano en los mercados internacionales. También con explotaciones de petróleo, oro y carbón, y extensas plantaciones de banano, tabaco y cacao, en concesión en su mayoría a empresas norteamericanas. Era una producción destinada fundamentalmente a la exportación.

Es un período en el que se importó maquinaria para la producción y llegan nuevas tecnologías como la radio, el alumbrado urbano y el tranvía eléctrico, los primeros aviones y un mayor uso de los carros a motor. Así mismo, se adelantaron las primeras obras de envergadura en puertos, carreteras y líneas de ferrocarril, y se produjeron cambios en la organización y modernización del Estado.

Los recursos se consiguieron principalmente mediante empréstitos externos que endeudaron la nación, la “prosperidad al debe”, el pago tardío por Estados Unidos de la mezquina “indemnización” por el rapto de Panamá en 1903 y el incremento de las exportaciones antes mencionadas.

El país entró así en un proceso incipiente de industrialización e impulso de un cierto mercado nacional y financiero, que lucró principalmente a un reducido grupo de banqueros y comerciantes, dando paso a un desarrollo capitalista inicial en ciudades, aunque en el campo siguió predominando en general un gran atraso, con una población sumida en su inmensa mayoría en la pobreza.

Todo esto trajo cambios en la demografía, las costumbres sociales, la mentalidad de la gente y, de manera general, en la cultura del país. Se produjo una importante migración hacia las ciudades, las cuales crecieron y vieron un cierto grado de desarrollo urbano, y se conformó una clase obrera. A su vez, un significativo número de mujeres se incorporó al trabajo asalariado.

En el campo internacional la Primera Guerra Mundial posicionó a Estados Unidos como nuestro principal inversor e interlocutor comercial, con el beneplácito de unas élites criollas que agacharon cabeza ante la política intervencionista e imperialista en América Latina de su nuevo “socio mayor”.

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LA IZQUIERDA

La década del veinte fue muy agitada, se agudizaron las luchas campesinas e indígenas por la tierra, se crearon las primeras organizaciones sindicales y populares, y estallaron grandes huelgas en varios departamentos y regiones. Colombia era una nación atravesada por profundas diferencias sociales, con unas mayorías nacionales en situación de pobreza y exclusión, y un atraso educativo enorme. Un país en el que campeaba la incompetencia y abundaban los escándalos de corrupción en el manejo del Estado.

Puede decirse que los años veinte vieron surgir la Izquierda en Colombia. Se trató de un proceso marcado por intensos debates y fuertes tensiones que se inicia con la fundación del Partido Socialista en 1919, pasa por la Conferencia Socialista de 1924, sigue en 1925 con el congreso de la Confederación Obrera Nacional (CON) y al año siguiente, en 1926, con la creación del Partido Socialista Revolucionario, el cual da lugar a la fundación del Partido Comunista en 1930.

En la década del Veinte los socialistas desarrollan por primera vez en el escenario nacional una intensa actividad proselitista, con marcado acento anti-capitalista y anti-imperialista, multiplicando los círculos de estudio, promoviendo la organización obrera y popular, y organizándose como partido. Los imaginarios sobre la revolución agrarista mejicana y la revolución bolchevique rusa, las ideas del Olimpo Radical colombiano[3],  la gesta de Sandino de Nicaragua, el Trienio Rojo de Buenos Aires[4], abrieron a los socialistas latinoamericanos un nuevo referente, modificaron su concepción sobre el modelo de sociedad que querían alcanzar, al igual que su estrategia de lucha y su lenguaje.

A su vez, el acenso de las ideas socialistas, que hoy buena parte de ellas serían consideradas como tesis reformistas democráticas pero  señaladas de “anti-establecimiento” en ese tiempo, tales como la lucha por las ocho horas de trabajo, hizo ver al liberalismo la necesidad de su renovación. De hecho, en las convenciones del Partido Liberal celebradas en Ibagué en 1922 y en Medellín en 1924, se incorporaron propuestas del programa de los socialistas y a partir de 1925 significativas figuras progresistas de notoriedad nacional asumen públicamente posturas liberales socialistas.

Los gobiernos conservadores de turno respondieron con represión sistemática y el ambiente político del país se sumergió aún más en un creciente clima de polarización. Las disputas internas de los conservadores, las dificultades del liberalismo como partido y la emergencia de un movimiento social y socialista, dieron nuevos y cruciales giros al panorama nacional.

LA HUELGA DE LAS BANANERAS

En 1927 la tensión aumentó considerablemente y el gobierno condena la movilización obrera y social “azuzada por la propaganda bolchevique” y en los círculos de poder va ganando fuerza la idea de que el desafío que había representado el liberalismo para el establecimiento conservador, cuyo punto más álgido fue la “Guerra de los Mil días”, era ahora desplazado por el “socialismo”.

El nuevo ciclo de conflictividad llevó al presidente Abadía Méndez a solicitar al Congreso medidas “extraordinarias” y es así como en octubre de 1928 se expide la “Ley Heroica” para impedir que la ola huelguista creciera y “evitar la expansión de las ideas socialistas, comunistas y anarquistas”[5].

En este ambiente se produce La Huelga de las Bananeras dos meses después. «A la 1 y 20 minutos de la madrugada del día 6 de diciembre de 1928», nos cuenta María Tila Uribe en su libro “Les regalamos el minuto que falta”[6], tuvo lugar el cruel episodio conocido como la masacre de las bananeras.

La misma autora escribe: “Pese a la represión y el ocultamiento, la historia de Las Bananeras fue denunciada en su momento por el genial caricaturista Ricardo Rendón, contada en un principio por los trabajadores para que el crimen no quedara en la sombra, luego desvanecida y más tarde reencontrada en el mundo cultural colombiano por autores que consideraron un compromiso histórico su divulgación y pusieron en paz un pasado que se iba volviendo injustamente oscuro. Entonces, fue plasmada en la escultura del maestro Arenas Betancur, relatada por Álvaro Cepeda Zamudio en “La Casa grande”, descrita en el cuento “Si no fuera por la Zona, caramba” del novelista Ramón Illán Vacca; reconstruida en las obras teatrales “Soldados” de Enrique Buenaventura e “Historia del soldado recluta” del dramaturgo Carlos José Reyes, tema de canciones populares y motivo de inspiración del Nobel García Márquez en sus “Cien años de soledad”.

Haciendo memoria sobre la Huelga de las Bananeras, hacemos memoria de un hecho histórico que las nuevas generaciones deben conocer. La historia de Colombia desde sus diversas miradas.

 

[1] María Tila Uribe. Los años escondidos. Sueños y Rebeldías en la década del veinte. Opciones Gráficas Editores Ltda.

[2] César Miguel Torres del Rio. Colombia Siglo XX, 2010.

[3] Movimiento liberal radical, 1886, por la educación laica, la libertad de prensa, culto y asociación.

[4] Movimiento de protesta de los obreros metalúrgicos en 1919.

[5] “Ante los peligros del comunismo” El Nuevo Tiempo, [Bogotá] feb, 13. 1927.

[6] María Tila Uribe. Les regalamos el minuto que falta. Punto de Encuentro Editorial.

Foto: http://lineadeltiempocolombia.blogspot.com/2016/09/masacre-de-las-bananeras.html