Tomás Uribe Márquez, semblanza de un revolucionario de los años veinte

Imagen 1. Tomás Uribe Márquez, anónimo, c. 1926, óleo, Fondo MTU.  

Tomado del libro LEVÁNTATE Y MARCHA.
Editorial EAFIT, Medellín. Diciembre de 2021

Con la muerte de Tomás Uribe Márquez desaparece uno de los más interesantes y genuinos tipos de revolucionarios que haya existido en Colombia en los últimos años.
Periódico Pluma Libre, 22 de mayo de 1936 

La muerte de un líder. Cuando se escriba la historia de los últimos movimientos revolucionarios que han hecho las masas en Colombia, necesariamente se destacará en primera línea el nombre de Tomás Uribe Márquez.
Revista La Guillotina, 24 de mayo de 1936  

Por Mauricio Trujillo Uribe

02 Diciembre 2021

INTRODUCCIÓN

Este texto es una aproximación a la vida y época de Tomás Uribe Márquez, como emblemático dirigente socialista de los años veinte del siglo xx (imagen 1), una década de la historia de Colombia muy agitada. Fue un período en el cual el país despegó económicamente, en un proceso de desarrollo capitalista. Sin embargo, al mismo tiempo, se disparó el descontento de los sectores populares y se agudizaron los conflictos sociales, y la polarización de los espíritus

En el campo, donde la pobreza rayaba en la miseria y las condiciones de vida precarias eran regla general, la lucha por la tierra tomó fuerza; en los enclaves[1] –concesiones– de las empresas norteamericanas de petróleo y banano, donde funcionaba un “estado dentro del estado”, las huelgas de los obreros ganaron un auge inusitado; en las ciudades, frente a los bajos salarios y la carestía de la vida, las reivindicaciones de los trabajadores se multiplicaron[2].

En el ámbito gubernamental, los oídos sordos, el estado de sitio, las leyes y decretos de corte autoritario y la represión brutal de la protesta fueron, en esa década, la respuesta predominante de la hegemonía conservadora-clerical, ¡en el poder desde 1886!

En ese contexto, se produjeron los primeros congresos obreros, tomaron cuerpo las primeras organizaciones obreras, campesinas e indígenas, y surgió con ímpetu el socialismo en Colombia, que alcanzó diversas expresiones sociales, culturales y políticas. Son tiempos en que el enfrentamiento tradicional liberal-conservador cedió espacio a una confrontación de nuevo tipo entre el establecimiento político dominante y el movimiento socialista. 

Imagen 2. Familia Uribe Márquez, Medellín, c. 1899, Oscar Uribe Arcila, Medellín de mis recuerdos, Editorial Lenguaje Publicitario, 2010. Luis Uribe Latorre, tercero de izquierda a derecha, de pie. Sentadas, Domitila Márquez Obregón al centro y Lucía Márquez a la derecha. Tomás –con el libro en la mano–, Jorge y Francisco Uribe Márquez, sentados a la izquierda. 


Tomás Uribe Márquez nació en Medellín el 26 de noviembre de 1882 y falleció en Bogotá el 19 de mayo de 1936. Su infancia y adolescencia en el seno de una familia que respiraba liberalismo radical en medio de una sociedad conservadora y clerical (imagen 2); su participación de 1900 a 1901 en la guerra de los Mil Días al lado de Rafael Uribe Uribe, pariente de su padre; su formación en Londres como ingeniero agrícola, su encuentro con la Europa de luces y sombras, y su despertar anticolonial en su paso por Egipto, entre 1902 y 1909; su gestión en la siembra de árboles y de espacios verdes como presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín de 1912 a 1914[3]; su viaje a México en 1915 donde se vincula a la reforma agraria de Emiliano Zapata con un grupo internacionalista y hace suya en adelante la premisa “La tierra para quien la trabaja”; su vinculación de 1917 a 1918 al proyecto Diccionario Geográfico Rural de Colombia aprobado por el Congreso de la República[4];  su trayectoria en el periodismo político con sus artículos en el diario liberal Gil Blas (1920 a 1931), su crónica en Venezuela sobre la dictadura de Juan Vicente Gómez a riesgo de su integridad física en 1921 y sus escritos en la prensa obrera y socialista (1925 a 1932); su ingreso al socialismo militante en 1924; su aporte a los congresos obreros nacionales de 1925 y 1926; su elección como secretario general del Partido Socialista Revolucionario[5] –PSR– en 1926; su acción política junto con María Cano, Francisco de Heredia, Raúl Eduardo Mahecha, Ignacio Torres Giraldo, Juan C. Dávila y otros socialistas, de 1926 a 1930; su amor con Enriqueta Jiménez Gaitán y su amistad con los siete hijos de ella, desde 1927; su prisión y consejo de guerra por el gobierno de Abadía Méndez bajo la acusación de preparar una insurrección, su defensa por Jorge Eliécer Gaitán y su libertad, en 1929; su desencuentro con la tendencia del psr que lo convirtió en partido comunista en 1930, año en que termina la hegemonía conservadora-clerical y comienza la república liberal; y finalmente el retiro a su casa en la sabana de Bogotá con Tata, como le decía a Enriqueta, etapa en la que nacen sus dos hijos, María Tila y Tomás Bladimir, escribe permanentemente y recibe gente que venía a conversar con él sobre la situación del país, son episodios que revelan la intensa existencia de este humanista, intelectual y hombre de acción, hasta su muerte a los 54 años.

El lector encontrará inicialmente un relato sobre el país de los años veinte que le tocó vivir a Tomás Uribe Márquez y el impacto de sucesos internacionales como la Revolución rusa, relato entrelazado con momentos de su compromiso y pensamiento con la causa socialista. En la segunda parte hallará a manera de entrevista el aporte de su hija María Tila Uribe Jiménez, autora del libro Los años escondidos. Sueños y rebeldías de la década del veinte[6], del que Orlando Fals Borda escribió: “Un semillero de historia que estaba por contar y mostrar”. Su memoria heredada y su testimonio nos llevan al lado humano y familiar de Tomás Uribe Márquez, tan esencial como su lucha revolucionaria. Por último, se topará con algunas referencias al Tío Tom, como le decían afectuosamente, publicadas en la prensa con motivo de su fallecimiento, por considerarlas significativas.

Agradezco al profesor y académico Juan Camilo Escobar Villegas su invitación a participar en esta publicación del Fondo Editorial de la Universidad EAFIT, la cual tiene como referente, y es a la vez un homenaje, a Floro Piedrahita, fotógrafo de manifestaciones y sucesos socialistas de la década, y socialista él mismo. Dicha publicación igualmente recopila información gráfica sobre los movimientos sociales en Colombia de los años veinte y treinta del siglo xx.

  

EL PAÍS QUE LE TOCÓ

EL DESPEGUE

En los años veinte del siglo xx, período en el que se centra esta narración, Colombia entró con pujanza en un proceso de desarrollo capitalista y dejó atrás definitivamente el provincialismo, el proteccionismo y el país devastado que dejó la guerra de los Mil Días[7].

Esa transformación tomó cuerpo, en lo fundamental, cuando se produjo un importante aumento de las exportaciones de café –y tabaco y cacao en menor medida– y el consiguiente ingreso de millones de dólares al país[8], lo cual se tradujo en cierto proceso de industrialización, con importación de maquinaria y equipos. Esta situación permitió la consolidación inicial de una clase capitalista vinculada al comercio, la banca y la manufactura.

Con recursos obtenidos principalmente de empréstitos internacionales, de la indemnización recibida en 1922 por la pérdida de Panamá veinte años atrás –resultado en gran parte de la estrategia de expansión de Estados Unidos a comienzos del siglo xx– y de los ingresos fiscales por las concesiones de petróleo, minería y banano, se adelantaron las primeras obras públicas de envergadura, como puertos, carreteras y líneas de ferrocarril. Esta infraestructura permitió a su vez continuar incrementando las exportaciones y, luego, expandir el mercado interno mediante la integración de diversas regiones.

Se adelantó igualmente una modernización de la cosa pública, con la creación o reforma del Ministerio de Hacienda, la Contraloría, el Banco Agrícola y el Banco de la República. La vida cuotidiana en las ciudades también avanzó hacia las innovaciones modernas, llegaron nuevas tecnologías como la radio –la primera trasmisión al aire se hizo en 1925–, el alumbrado urbano y el tranvía eléctrico, los primeros aviones y un mayor uso de los carros a motor.

Esta transición propició la migración hacia las ciudades[9] y acentuó la urbanización de Bogotá, Barranquilla, Medellín y Cali. El país asistió entonces a cambios en las costumbres sociales, las mentalidades y las expresiones culturales.

Todo lo anterior conllevó el nacimiento de la clase obrera en Colombia[10], vinculada principalmente a los enclaves, transporte férreo y fluvial, puertos, fábricas y obras de infraestructura. Y por primera vez se incorporó un gran número de mujeres al trabajo asalariado (imagen 3).

Imagen 3. Sindicato de obreras Cajetilleras, anónimo, Bogotá, 1925, foto, Fondo Juan de Dios Romero (JDR), Archivo General de la Nación (AGN). 


Sin embargo, Colombia se caracterizaba por las enormes diferencias económicas y de nivel de vida, de un lado, de unos pocos ricos y, del otro, de los pobres y más pobres, o sea, la inmensa mayoría de los colombianos[11]. El analfabetismo y el atraso educativo, la incompetencia de las burocracias nacionales y locales, y el raquitismo y la corrupción del Estado, eran comunes denominadores del paisaje nacional.

Con un país predominantemente agrario por el peso demográfico de los habitantes rurales y el peso económico de las actividades del campo[12], primaban en el agro el latifundio ganadero y las haciendas cafeteras, y en modos de producción, la renta de la tierra y la aparcería. También formaban parte de la nación rural los resguardos indígenas, el minifundio y las áreas de colonización, e imperaban en la sociedad campesina, salvo en contados sitios, relaciones culturales semiserviles, un gran rezago técnico y paupérrimas condiciones de vida cuotidiana.

En la escena internacional, la Primera Guerra Mundial constituyó un hecho trascendental que posicionó a Estados Unidos como actor hegemónico en América Latina: pasó a ser el principal inversor, socio comercial, tutor político y gendarme militar[13]. La política norteamericana contó con el beneplácito de gobernantes seducidos por la “diplomacia del dólar”, aunque siempre temerosos de la “diplomacia cañonera”, renunciantes a una política internacional soberana y voluntariamente complacientes.


PRIMEROS PASOS

La década del veinte comienza con Marco Fidel Suárez, que asumió la presidencia en 1918. Colombia vivía bajo la hegemonía conservadora-clerical, durante la cual la censura de prensa y la restricción a los derechos individuales eran pan cuotidiano, al tiempo que padecía la polarización del enfrentamiento tradicional entre liberales y conservadores.

Imagen 4. Primer Congreso Partido Socialista, Bogotá, agosto 1919, foto, Fondo JDR, AGN.


En enero de 1919 el Sindicato Central Obrero de Bogotá había convocado a una asamblea a la que asistieron más de quinientas personas. Allí se discutió con entusiasmo la propuesta de crear un partido independiente, defensor de los intereses obreros, y distinto a los partidos tradicionales liberal y conservador. En agosto de 1919 nace el Partido Socialista de Colombia[14] (imagen 4).

En el curso de 1920 los socialistas realizaron en Girardot la Asamblea de Cundinamarca, Tolima y Boyacá, y el II Congreso Socialista en Honda, Tolima, con delegados de todos los departamentos. Y en 1921 tuvo lugar, de nuevo en Girardot, el III Congreso Socialista, bajo el nombre de Convención de Socialistas y Obreros[15].  Durante ese tiempo el partido socialista no dejó de crecer y llegó con sus banderas a trabajadores y desempleados, obreros y artesanos.

Las ideas socialistas en Colombia contaban con diversas expresiones desde finales del siglo xix[16]. El programa del partido socialista, ampliado en 1920 en el congreso de Honda, no aceptaba el colectivismo exagerado ni el comunismo, y no pretendía la abolición de la propiedad ni del capital, sino que se eliminaran monopolios, privilegios y arbitrariedades. Pedía una sociedad regulada por la equidad y la justicia; un gobierno de todos y para todos; partidos y aspiraciones políticas y sociales con libertad; reforma a la educación; leyes justas sobre adjudicación de terrenos baldíos y parcelación; sistema tributario equitativo; garantías para mujeres y niños, y legislación laboral protectora, entre otras aspiraciones[17]

La formación del primer partido socialista había preocupado a los jefes liberales hostiles a las tendencias socialistas dentro de su partido y defensores de un liberalismo individualista, como también a los liberales que, por el contrario, se declaraban afines a las ideas socialistas. Sin embargo, la presencia de los socialistas adquiere especial relevancia para ambos sectores al acercarse las elecciones presidenciales de 1922: unos y otros reconocen la influencia que viene ganando el nuevo partido en algunas ciudades y regiones.

Con la candidatura de Benjamín Herrera los liberales esperaban derrotar a Pedro Nel Ospina, candidato conservador, pero era clave contar con los votos de los socialistas. Estos a su vez decidieron apoyar al general Herrera por su trayectoria y personalidad, también porque llamó a conformar un amplio frente de oposición a la hegemonía conservadora-clerical que llevaba casi cuatro décadas en el poder, e incluyó en su programa de gobierno puntos del programa socialista. Por eso no debe sorprender que en la multitudinaria manifestación en favor de su candidatura en Ibagué en enero de 1922 intervinieran los dirigentes socialistas Jorge Uribe Márquez –hermano de Tomás–, Juan de Dios Romero y Salvador Murcia[18]

Benjamín Herrera perdió las elecciones en medio de denuncias de fraude y Ospina se posesionó para el período de 1922 a 1926. Sin embargo, Herrera llevó a la convención liberal de Honda, en junio del mismo año, el programa socialista, que fue incorporado en parte al programa liberal. Y en la convención liberal de 1924 en Medellín, los delegados fueron más lejos e incluyeron apartes completos del programa socialista. En 1928 la burguesía liberal retomó la jefatura del partido y reversó el alcance del programa, que “no podía ser socialista ni mucho menos, pero sí progresista”, al decir de Alfonso López Pumarejo[19]

Este giro del partido liberal hacia el socialismo venía ganando terreno desde comienzos de los años veinte. La tesis de grado de Jorge Eliécer Gaitán en 1924, Las ideas socialistas en Colombia, evidencia la atracción que estas ideas ejercían sobre los jóvenes liberales. Y el escritor Baldomero Sanín Cano, miembro histórico del partido liberal y una de las figuras más ilustres del país, había hecho ver a los dirigentes liberales la necesidad de la renovación de sus tesis.

El impacto sobre el partido socialista no se hizo esperar, sobre todo en los sectores de raigambre liberal que habían vuelto sus ojos hacia este partido, tanto porque sentían que el partido liberal los “había abandonado” desde el asesinato de Rafael Uribe Uribe en 1914 como porque las propuestas del partido socialista los representaban.

A su vez, los desacuerdos de los socialistas afectaron al partido, como lo cuenta Francisco de Heredia en su informe del IV Congreso Socialista[20], realizado en Bogotá en mayo de 1924:

Un brillantísimo grupo de jóvenes universitarios y de jóvenes cronistas de la prensa[21], los cuales asistieron al Congreso de socialistas como tales, convirtió desde el principio los debates en mero torneo oratorio, lanzó desdeñosamente, con esa irreverencia tan simpática y tan propia de la gente moza, toda clase de acusaciones […]; adoptó a la usanza de ciertos grupos europeos, el nombre de comunista, para indicar que repudiaba todo lo hecho anteriormente, y cometió, sobre todo, el mayor de los errores, el único en realidad si se miran las cosas fríamente: se retiró ese grupo del Congreso, sin presentar ideas constructivas, después de haberlo demolido todo, cuando se aburrió de deslumbrar con las galas de la oratoria y del estilo, sin hacer absolutamente nada.

Lo anterior contribuyó a la disminución de los simpatizantes y al declive del primer partido socialista, el cual se disolvió a finales de 1924. Terminó así la primera etapa del socialismo en Colombia de los años veinte, que además de valiosa por sus luchas y la difusión de sus planteamientos, dejó lecciones –o interpretaciones– a quienes continuaron con la causa y crearon dos años después el psr.

AÑOS MUY AGITADOS

Desde 1924 se acentuaron los conflictos sociales. En el agro ganaron fuerza las luchas por la tierra, la rebaja de los arriendos de las parcelas y el reconocimiento de las mejoras, especialmente en Huila, Tolima, Tequendama y Sumapaz. El conflicto por la legalización de los terrenos baldíos, ocupados y cultivados, fue permanente –la ampliación de la frontera agrícola era la forma que tenía el campesinado pobre de ser dueño de una porción de tierra, aunque al final, mediante distintos mecanismos, la tierra habilitada terminaba no pocas veces en manos de los grandes propietarios–. En las comunidades indígenas, bajo el liderazgo del indígena Quintín Lame (1880-1967), se adelantaron reclamaciones legales y movilizaciones por la defensa de los resguardos y sus costumbres ancestrales (imagen 5).

En los enclaves, con formas de explotación semicoloniales, se multiplicaron las huelgas de los trabajadores por jornadas laborales más cortas –éstas iban de doce a dieciséis horas diarias–, atención médica, contratos directos y no a través de intermediarios, trato humano por parte de los capataces, pago en efectivo y no en vales de comisariato, entre otras peticiones.

Imagen 5. Quintín Lame, Floro Piedrahita, fotografía, lugar desconocido, c 1923, foto, Fondo MTU.


En las ciudades la movilización de los trabajadores alcanzó gran intensidad por peticiones como el salario mínimo, la jornada laboral de ocho horas, las indemnizaciones por accidentes de trabajo, los descansos remunerados y, en general, por mejores condiciones laborales y de vivienda, el reconocimiento de las organizaciones sindicales[22] y contra la carestía de los alimentos.

La respuesta del establecimiento, en particular del gobierno de Abadía Méndez, de 1926 a 1930, fue recurrente: cerrar los ojos al incumplimiento de las exiguas leyes laborales y a los abusos por parte de los patronos –frecuente en los enclaves y las empresas manufactureras–; expedir leyes y decretos que restringían el derecho a la protesta, movilización, organización gremial y manifestaciones, y reprimir, detener y judicializar a los infractores.

Así ocurrió, para citar solo los casos más conocidos, con la huelga de los trabajadores de la empresa petrolera Tropical Oil Company en octubre de 1924 en Barrancabermeja, en el curso de la cual fueron llevados a la cárcel sus dirigentes, entre ellos Raúl Eduardo Mahecha (1884-1940); con la huelga de enero de 1927 en la misma empresa, con saldo de varios obreros muertos y huelguistas presos; con la huelga de los trabajadores de la United Fruit Company en Ciénaga –participaron más de diez mil huelguistas–, la cual desembocó en diciembre de 1928 en la masacre de las bananeras, en la que el jefe militar Cortés Vargas, que dirigió las tropas, justificó su actuación en el marco de la Ley Heroica[23], y con la protesta universitaria en Bogotá en 1929, en la cual murió por descargas de fusilería el estudiante Gonzalo Bravo Pérez.

La conflictividad social era tratada por el gobierno como un problema de “orden público” alterado por la propagación de las ideas y actitudes de agitadores socialistas: la prensa sindical y socialista era confiscada cada tanto, los informes de las autoridades locales sobre la protesta tenían formato castrense, el estado de sitio era invocado a discreción, el uso de tropas para reprimir era sistemático, la militarización de las regiones en donde había movimientos sociales y huelgas era la norma, entre otras medidas desproporcionadas y antidemocráticas. Estas eran “justificadas” por las autoridades, como se refleja en la siguiente declaración del ministro de Guerra Ignacio Rengifo:

Aquellas manifestaciones colectivas (efecto deplorable de la criminal propagación de tan monstruosas ideas) casi siempre bullangueras, rayanas en asonadas, en tumulto y aún en sedición, de los trabajadores y obreros […] con el fin o con el pretexto de hacer exigencias o de imponer condiciones a los patronos de las empresas públicas o particulares […] en la mayor parte de los casos no pueden llamarse huelgas ni ser consideradas como tales en la acepción legal de ese vocablo, sino como verdaderos movimientos o actitudes subversivas y de carácter revolucionario[24].

Hay que decir, sin embargo, que esta visión reaccionaria fue a su vez alimentada por algunos hechos de sabotaje a la producción, destrucción de maquinaria y daños a las líneas de comunicaciones, entre otros desmanes, que tuvieron lugar en algunas huelgas, en la mayoría de los casos como reacción a la actitud humillante de los patronos y la represión oficial.

Del lado de los grupos patronales, las solicitudes de incremento de salarios y mejoras eran negadas e incluso en no pocos casos buscaban disminuir los “costos laborales” a costa de la reducción de los salarios. Tal fue el caso de los trabajadores del tranvía, sobre el que Tomás Uribe Márquez escribió en el periódico La Chispa:

A 100 obreros de la línea de tierra del tranvía municipal se les ha notificado la rebaja del jornal en un porcentaje desproporcionado. De $1,40 que ganaban los caporales, se les merma a $1,15, y a los peones de $0.90 a $0.70. […] La empresa del tranvía empieza a colaborar en la tarea de otras que para salvarse de la crisis actual aumenta el paro forzoso sobre el proletariado mediante el descenso del nivel de existencia. Las consecuencias de la racionalización empiezan a manifestarse ya en el país con un relieve sorprendente, y mientras el proletariado y la clase media luchan por tener trabajo, las clases dirigentes decretan la ofensiva contra el salario de los trabajadores[25]

En el artículo “Cómo trabajan las obreras en Colombia” para el periódico Nueva Era, Tomás Uribe Márquez escribió sobre la situación de las costureras en las fábricas. Esta vez la reducción de costos corría por cuenta del “ahorro” en elementos de seguridad laboral:

Un ejemplo a la vista es el incumplimiento de las escasas y flacas reglamentaciones que favorecen en mínima parte a los obreros. […] Bajo pena de multa o pérdida del trabajo, las obreras cumplen una labor que se inicia a las seis y media del día hasta las once y diez minutos. Un pito da la señal de entrada cinco minutos antes de las doce y las infelices máquinas humanas rinden su esfuerzo hasta la tarde. El máximo jornal es de cincuenta centavos. A estas condiciones patronales agréguese el pavoroso detalle de las frecuentes mutilaciones de dedos y manos en hiladoras que carecen de barra de seguridad, y, por, sobre todo, el desconocimiento absoluto de las disposiciones sobre accidentes de trabajo. Y del mismo modo que vemos esta viviente iniquidad en la capital de la república, ¿qué no podrá apuntarse respecto de las condiciones similares y peores en que trabajan obreros y obreras en el resto del país[26]

Aún más, frente a la aspiración obrera de los tres ochos (imagen 6) –ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de capacitación o recreación–, las élites llegaron a sustentar que si se reducía la jornada laboral, los trabajadores dedicarían más tiempo a los vicios y al ocio[27]

Imagen 6. Desfile de huelguistas, Floro Piedrahita, Barrancabermeja, enero de 1927, foto, Fondo MTU. Al lado derecho se ve la bandera de los tres ochos.


¿Cómo explicar la intransigencia de las élites económicas frente a las peticiones de los trabajadores, más allá de sus concepciones ideológicas? Posiblemente la tesis del crecimiento económico por encima de todo, para luego, en teoría, redistribuir parte de la riqueza, sea parte de la respuesta[28].  Pero también el establecimiento retroalimentaba en su seno el argumento según el cual la agitación social creciente era el resultado de la acción de los socialistas. Esta lectura, si bien podía tener parte de cierto, desconocía deliberadamente la causa de la inconformidad social, que a todas luces tenía su origen en las pésimas condiciones laborales y de vida que atravesaban los sectores populares. 

FASCINACIÓN Y REACCIÓN

La revolución agrarista en México de 1911 a 1915, la Revolución Bolchevique rusa en 1917, los sucesos del Trienio Rojo en Argentina[29] de 1918 a 1922 y la resistencia de Sandino en Nicaragua en los años veinte, fueron acontecimientos internacionales que produjeron en los socialistas colombianos sentimientos de admiración, solidaridad y entusiasmo, al tiempo que daban razón a su visión y pensamiento antiimperialista y al carácter internacional de su lucha. 

Imagen 7. Apunte de puño y letra de Tomás Uribe Márquez, 1926, foto del libro de apuntes, Fondo MTU. 


En particular, la Revolución rusa despertaba fascinación o algo parecido no solo entre socialistas, también en espíritus liberales, a pesar del poco conocimiento que se tenía de la misma y de las enormes diferencias entre Rusia y Colombia[30]. La idealización de la experiencia bolchevique fue común al movimiento socialista colombiano y latinoamericano[31], al fin y al cabo era la única revolución triunfante en un país agobiado por la miseria en el campo, la dictadura de los zares y las secuelas de la guerra, como se refleja en esta nota de puño y letra de Tomás Uribe Márquez de febrero de 1926 (imagen 7).

Se trataba de una revolución que anunciaba la entrega de la tierra a los campesinos, la socialización de los medios de producción, el progreso continuo con base en el trabajo colectivo, la igualdad económica y social, el desarrollo espiritual del individuo y la sociedad, entre otras metas. Todo ello permitiría marchar hacia la “abolición de las clases” y alcanzar el “estadio superior de la humanidad”, o sea, la “utopía del comunismo” de Marx y Engels.

Hubo algunas voces críticas socialistas que cuestionaron su grado de aplicación en estos países e incluso consideraron necesario dar un compás de espera para ver los resultados, tal como afirmaba Francisco de Heredia en el Programa del Partido Socialista de 1925[32]. Desde luego, todavía no se vislumbraba lo que sería el régimen totalitario y de terror selectivo que se estaba incubando bajo Stalin y su círculo de funcionarios, ni mucho menos el posterior fracaso del modelo soviético. Tampoco que “la agonía del sistema capitalista mundial” no tenía asidero.

De otra parte, en la década del veinte, un sector significativo de activistas liberales se inclinó por el socialismo y se identificó con las nociones de justicia e igualdad que invocaba la Revolución rusa. Ello no significaba su adhesión a todos los componentes de la misma, y en no pocos casos su viraje obedecía más a la crisis interna del liberalismo y a la imposibilidad que veían en su partido de encarar los desafíos del cambio que requería la nación.

En la otra orilla, la aparición del partido socialista en 1919 unida al movimiento obrero emergente preocupó a las élites conservadoras y al clero, y cuando la cuestión social tomó fuerza bajo el prisma de la Revolución rusa, el desafío y el temor fueron mayores. En la medida en que avanza la década del veinte, crece la alarma de los sectores dominantes respecto a las noticias contra la propiedad y la religión provenientes de la Revolución rusa, y señalan cada vez más a los socialistas colombianos como sus “representantes”.

Esta percepción de riesgo para el orden establecido se acentuó con la aparición del psr en el mismo año en que fue electo presidente el político conservador Abadía Méndez, siendo el único candidato en contienda. Pronto su gobierno acogió la teoría de la “guerra interior”[33] planteada por la escuela militar chilena –de inspiración prusiana–, a donde comenzaron a ser enviados oficiales a cursos de formación. Nos cuenta María Tila Uribe en su libro que:

Por ese entonces, la idea de hacerse militar para defender las fronteras empezó a quedar atrás… para dar paso a la nueva mentalidad, acorde con la convulsionada situación colombiana… y no pocos oficiales estaban en esa línea de cambio, entre ellos el Ministro de Guerra Ignacio Rengifo[34].

A su vez, desde temprano, la Iglesia católica, que gozaba de privilegios gracias al Concordato[35] y era factor determinante de poder[36],  sumó a su campaña habitual contra las ideas liberales otra aún más acérrima contra las ideas socialistas, y desde los púlpitos batió la amenaza de la excomunión. En la Conferencia Episcopal de Colombia de 1927 declaró:

Respetar a sus patronos conforme el cuarto mandamiento de la ley de Dios, y cumplir en conciencia las obligaciones a que se hayan comprometido por contrato expreso y tácito; que no se dejen seducir de los muchos errores que difunden hoy los socialistas y comunistas, especialmente contra el derechos de propiedad, haciendo creer al pueblo que pueden adueñarse de lo ajeno por vías de hecho u otro medios ilícitos[37]

LA LUCHA POLÍTICA SE ACELERA 

Tomás Uribe Márquez participó a fondo en la preparación del II Congreso Obrero que tuvo lugar en julio de 1925 en la Casa del Pueblo, Bogotá. Formó parte de su mesa directiva junto con los socialistas Quintín Lame, Francisco de Heredia, Ignacio Torres Giraldo y Salvador Murcia, y los liberales Moisés Prieto y Luis David Forero. Asistieron veintisiete delegaciones de todo el país[38].

Presentó una ponencia que destacaba la historia y cultura del campo colombiano, y la importancia de luchar por la tierra de forma organizada. En mayo de 1923 Tomás Uribe Márquez había sido invitado a una reunión de socialistas en Girardot por Juan C. Dávila, luego se desplazó hasta Honda, Tolima. En junio del mismo año, viajó con Jorge Uribe Márquez a Icononzo, Sumapaz, donde conoció al dirigente indígena Quintín Lame, y fue a El Líbano, Tolima, a reunirse con líderes locales. En septiembre conoció al dirigente Raúl Eduardo Mahecha en Barrancabermeja. En todos estos desplazamientos hizo entrevistas a labriegos, peones de haciendas, trabajadores del río Magdalena y obreros de campamentos. Estas experiencias ampliaron su visión, radicalizaron su posición política ante la cruda realidad y lo motivaron a vincularse activamente al socialismo al año siguiente.

En su intervención en el II Congreso se refirió además a la diferencia entre la cuestión sindical y la cuestión política, y entre los sindicatos y las ligas campesinas, y a la importancia del campesinado unido a los indígenas, sectores que estimaba fundamentales para el proyecto socialista en Colombia.

Precisamente, a finales de ese año, 1925, cientos de campesinos despojados en masa y con sus ranchos quemados iniciaron un éxodo por distintos caminos hacia Bogotá, llevando por primera vez un memorial a la Cámara de Representantes sobre una reforma agraria, cuyo contenido incluía reivindicaciones a las que Tomás solía referirse en sus artículos de prensa. 

Imagen 8. Artículo de Tomás Uribe Márquez, Gil Blas, agosto de 1931, Fondo MTU. 


Firmaba los artículos como Juan de la Hoz, Juan Máximo Gris, Tom Henry y Ascanio Dunanis, y pocas veces con nombre propio. Escribió constantemente sobre diversos temas en los años veinte y primeros años de los treinta, en particular sobre las problemáticas del agro como se puede apreciar en “Reivindicaciones o exigencias de los trabajadores agrícolas” del 17 de agosto de 1931 (imagen 8) y “Aparceros y arrendatarios” del 18 de agosto de 1931 (un fragmento de este texto aparece a continuación), ambos en el diario Gil Blas[39].

El pequeño labrador se arruina por la explotación del terrateniente, de los prestamistas y usureros, de los especuladores del transporte, de los impuestos, la baja cotización que de sus productos hacen los acaparadores, etcétera. A la generalidad de los campesinos pobres se les plantea la perspectiva de ser echados al camino con sus familias, después de perder el rancho, la cosecha y hasta las herramientas, a causa del continuo desalojo decretado por las autoridades, a petición de los latifundistas y hacendados, quienes han subido los arriendos hasta arruinar a los labriegos. A los campesinos pobres no les queda sino un camino para su defensa: apoyar las reivindicaciones inmediatas que en cada zona indican las circunstancias […]. Pero debe establecerse claridad en las reivindicaciones, según se trate de aparceros, colonos, arrendatarios, etc. […] Precisa de consiguiente emprender la gigantesca obra de crear comités de lucha y sindicatos en el campo, para plantear los problemas que interesan más de inmediato a los campesinos y ampliar el plan de reivindicaciones, siguiendo en un todo las consignas de clase, y anteponiendo la condición de que la palabra central de los trabajadores es su lucha independiente como fuerza dirigente y absolutamente autónoma, en oposición a los explotadores del esfuerzo humano.

En el tema agrario, Tomás Uribe Márquez tuvo dos columnas en el diario Gil Blas, “Campo Libre” y “La cuestión campesina en Colombia”. Algunos de sus artículos para la prensa de la época son: “Ligas campesinas”; “Comunidades indígenas”; “El porvenir pertenece a los peones”; “El Terrateniente”; “Concentración de la propiedad agraria”; “Aparceros y arrendatarios”; “El Valle, la Argentina de Colombia”; “El caso Viotá”; “La esclavitud agraria”; “Huila”; “La servidumbre agraria en Boyacá”; “El peón de enganche”; “El arrendatario-bracero”; “Los obreros agrícolas y los sindicatos”; “Las encomiendas”; “El cafetero desconocido”; “La distribución de la tierra”; “Piratas y campesinos”; “La reconquista de la tierra”; “El robo del patrimonio campesino”; “Se han sublevado las tribus indígenas en Huila y sur del Tolima”; “Los campesinos están de parabienes”. En otros temas encontramos artículos como: “Los mineros de Antioquia”; “Los programas de luces”; “El gran maestro de las masas”; “Abrimos la discusión”; “El santo derecho de la miseria”; “Tragedia de la costurera”; “Capitalismo y socialismo”; “La Petipieza española”.

El principal resultado del II Congreso Obrero fue la creación de la Confederación Obrera Nacional –CON–, en la cual fue elegido secretario Ignacio Torres Giraldo (1893-1968). Terminado el evento, la con entró en actividad: llamó a desfilar contra el proyecto de pena de muerte que cursaba en el Congreso, que finalmente no fue aprobado; promovió la solidaridad con los presos sociales –que así se les decía a los huelguistas y activistas detenidos, cuyo número fue creciendo, a tal punto de que en los congresos obreros de 1924, 1925 y 1926 se crearon comisiones de asistencia–, y enarboló la bandera de las ocho horas de trabajo, conquista que vino a darse nueve años después –en el Decreto 1 de 1934–, causa por la que el psr se implicaría a fondo y a la que Tomás Uribe Márquez dedicaría gran empeño el resto de su vida.

Dos meses antes del congreso, en mayo de 1925, Torres Giraldo, líder sindical y dirigente político, había fundado en Cali el periódico La Humanidad, que en los años siguientes fungiría como medio de expresión de la Confederación, de difusión del ideario socialista y de formación de una cultura política crítica y moderna. También dos meses antes, María Cano (1887-1967) había sido proclamada Flor del Trabajo por obreros y artesanos en Medellín; su llegada al congreso fue aplaudida y con un discurso vibrante abrió el evento. Ambos realizaron giras por el río Magdalena y otras regiones, en las que María Cano alcanzó connotada popularidad y liderazgo social. Tomás Uribe Márquez compartió con ella diversos momentos y la acompañó a varias giras, entre ellas la de Boyacá en febrero de 1927. 

GENTE REVOLUCIONARIA 

En noviembre de 1926 se instaló en Bogotá el III Congreso Obrero bajo el nombre de III Congreso Nacional del Trabajo. Asistieron delegados de sindicatos de industria, del transporte, de ingenios azucareros, de los campesinos de Cundinamarca, Boyacá y Tolima, entre otros sectores,[40] y se eligió una mesa directiva conformada por Ignacio Torres Giraldo –presidente–, María Cano, Raúl Eduardo Mahecha y Tomás Uribe Márquez –secretario–. Se creó la Federación Nacional de Transporte Fluvial y Terrestre[41] y se ratificó el respaldo a la con.

Tomás Uribe Márquez y Francisco de Heredia –muy cercanos por su parentesco familiar, su estadía en París cuando jóvenes y su afinidad de ideas–, junto con Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha, María Cano y otros socialistas, venían avanzando en el proyecto de crear un nuevo partido con base en la experiencia y legado del primer partido socialista. A diferencia del primero, el nuevo partido debía plantear una transformación radical de la sociedad colombiana y su “programa de acción no puede ser otro que la conquista del poder”[42].

Presentaron la propuesta en este congreso obrero, la cual fue aprobada. Se funda así, a finales de noviembre de 1926 y en medio de un momento de movilización obrera, el psr, con una composición social amplia. Se definió como un partido de masas no centralizado, del que Tomás Uribe Márquez fue electo secretario general.

La elección del Tío Tom fue bien recibida. Era de edad algo mayor, apreciado y respetado. Tenía reconocimiento por el trabajo que había desarrollado en los dos últimos congresos obreros. Entre 1925 y 1926 escribió artículos sobre la situación de los trabajadores, fundó con activistas sindicales el periódico El Sindicalista de Bogotá, publicó Rebeldía y Acción, realizó conferencias sobre el pensamiento de Marx y Engels, y visitó a líderes sociales de El Líbano. Gozaba de prestigio por su bagaje intelectual, conocimiento de la realidad colombiana, trayectoria profesional, haber vivido en el exterior y tener espacio en la prensa independiente. Las referencias escritas sobre Tomás Uribe Márquez hablan de un hombre de porte distinguido, alto y delgado, culto, pero sencillo, seguro al hablar y de una personalidad “afectuosa, sentimental, excelente amigo y mejor padre de familia”[43].

La mayoría de los delegados al III Congreso se identificaban con el Programa del Partido Socialista redactado por Francisco de Heredia (imagen 9) y publicado en 1925 por Editorial Santafé, Bogotá, el cual sirvió de referencia desde la primera sesión del psr. Contenía planteamientos generales sobre la sociedad que se quería alcanzar y una plataforma de reivindicaciones inmediatas. Más allá de las afirmaciones doctrinarias, el programa reflejaba las principales problemáticas que atravesaba la nación. Algunas de ellas eran las siguientes:

Revisar el actual derecho de propiedad para expropiar los latifundios por medio del impuesto progresivo o como sea mejor, estableciendo a la vez el cultivo intensivo.

El derecho de todos los ciudadanos a un domicilio higiénico, agradable y suficiente. El problema de las habitaciones no debe dejarse al capricho de los acaparadores de la propiedad raíz.

Libertad irrestricta del pensamiento, de la palabra y de la prensa; el respeto a las creencias religiosas, sean las que fueren

Imagen 9. Portada Programa Partido Socialista, Francisco de Heredia Márquez, 1925. 


Completa separación entre la Iglesia y el Estado, […] el establecimiento del registro civil: el contractual del matrimonio y su consecuencia, que es la expedición de la ley de divorcio, la plena libertad de cultos, los cementerios laicos que acojan todos los muertos sin distinción ninguna.
[44]

La enseñanza debe ser gratuita, libre en materia religiosa, obligatoria e igualitaria.

El socialismo ve en la mujer un ser humano y no la esclava de los apetitos del hombre; proclama su igualdad con éste en el terreno legal y económico; pide la expedición de leyes que protejan a las madres y pongan a salvo los derechos sagrados de la infancia[45].

En el debate que precedió a la fundación del psr se discutió el grado de aplicación de la experiencia soviética a la realidad colombiana y el sentido de adherirse a la Internacional Comunista[46],[47] –IC–, así como el nombre que debía dársele al nuevo partido. Un sector no logró que se llamara Partido Comunista. “Aquello era un impedimento muy grande, los socialistas necesitaban un partido ligado a mucha gente”, decía Carlos Cuéllar Jiménez[48]

Sin embargo, es evidente que los imaginarios sobre la revolución rusa modificaron la visión y el lenguaje de los socialistas. “La vanguardia de la comunidad laboriosa se había ido al extremo”[49]; esta es la opinión del maestro Gerardo Molina en su libro Las ideas socialistas en Colombia sobre el psr en relación con el primer partido socialista. Cabe entonces preguntarse: además del acercamiento a la ideología marxista y la idealización de la revolución bolchevique, ¿qué otros factores influyeron en la postura política del psr al momento de su fundación?

La dinámica en ebullición de los socialistas colombianos estaba cambiando. Pronto llegaron jóvenes fogosos, universitarios casi todos, que instaban a convertir el movimiento socialista en comunista, citando a Marx y Lenin. También se vincularon intelectuales con cultura política que consideraban que las soluciones de fondo a los problemas del país no se conseguirían sin un giro radical del modelo de sociedad. Veían asimismo necesaria la vinculación del socialismo colombiano a las corrientes internacionales.

El telón de fondo eran las condiciones de penuria material y atraso espiritual en que se encontraba el pueblo colombiano, las cuales se mantenían a pesar de la nueva etapa de desarrollo capitalista en que había entrado el país[50]; una clase dirigente incapaz de tramitar un modelo de redistribución que disminuyera las desigualdades e inequidades sociales; un Estado permeado por la corrupción e incapaz de desplegar políticas públicas para atender las necesidades de las grandes mayorías; una hegemonía conservadora-clerical en la que predominaban los elementos más retardatarios atornillada al poder[51]

Pero también entró en línea de cuentas la lectura que los socialistas del PSR hacían de tres aspectos: el partido liberal había incorporado en su plataforma y verbo buena parte de las banderas del primer partido socialista y por tanto era menester diferenciarse del liberalismo con un discurso propio y más radical; el balance de las dos últimas elecciones presidenciales, en las de 1922 socialistas y liberales consideraron que hubo fraude y en las de 1926, que acababan de pasar, no presentaron candidato por falta de garantías; y la valoración optimista que hacían los socialistas fundadores del PSR, de que mediante la propaganda, la movilización, la educación política y la organización, la clase trabajadora se levantaría en un plazo relativamente corto contra la explotación y el sistema dominante. 

Imagen 10. Manifestación Primero de Mayo, Bogotá, 1928, Fondo JDG, AGN.


Hombres y mujeres del psr se lanzaron entonces, durante los siguientes años, con mística y sacrificio personal, a una intensa actividad con marcado acento anticapitalista y antiimperialista: elaboraron pliegos de peticiones, impulsaron luchas gremiales, exigieron leyes y mejoras laborales, y promovieron la organización de los trabajadores; crearon círculos de estudio en ciudades y pueblos; desarrollaron campañas contra el alcoholismo –léase la chicha; avivaron los Primero de Mayo (imagen 10) por los derechos laborales, la jornada de ocho horas y la toma de conciencia como clase; alentaron el repudio a la intervención militar norteamericana en Nicaragua e impulsaron la solidaridad con la gesta de Augusto Sandino en 1927 y 1928, entre otras muchas iniciativas.

Un capítulo especial merece la labor de multiplicación y circulación de periódicos obreros y socialistas en todo el país. Se contaban ochenta a mediados de la década,[52] los cuales difundían el ideario socialista y promovían la organización de los trabajadores como sujeto político independiente. El Tribuno de Pradera, La Unión Obrera de Cúcuta, El Proletariado de Barranquilla, El Obrero del Valle de Cali, Vanguardia Obrera de Barrancabermeja, Por la Unión de Ciénaga, La Chispa y El Pueblo de Girardot, La voz Popular y La Libertad, son algunos de los que menciona Francisco de Heredia en La Marcha al Socialismo del Programa del Partido Socialista, quien falleció en julio de 1927 en Costa Rica.[53]

Otro ejemplo de la actividad desplegada por los socialistas fue la comunicación dirigida a los trabajadores en huelga de la Tropical Oil Company el 19 de enero de 1927. Así les hablaron Tomás Uribe Márquez, Ramón Bernal, Eugenio Molina y Guillermo Hernández, en nombre del psr:

A la coacción ejercida por estos dos factores: patrón y estado, corresponde a las masas en huelga una lucha de aspecto bilateral. En una de sus fases será exclusivamente económica en el terreno de la producción y bienestar material, y por la otra, esencialmente política en su ofensiva contra el estado que ampara al capitalista. En estas circunstancias es un deber de los revolucionarios socialistas elevar todo movimiento huelguístico a la categoría de una lucha política[54]

 

LA CONSPIRACIÓN 

En abril de 1927 el gobierno expide el decreto de Alta Policía para contener la movilización obrera y social, “azuzada por la propaganda bolchevique”, según alertaba. Y en septiembre del mismo año allana la convención del psr en La Dorada, Caldas, y detiene a los delegados, hecho que indujo un giro crucial en la estrategia de lucha de los dirigentes del psr, pues hasta ese momento el partido era una fuerza política pública y legal.

Este proceder reflejaba el sentimiento creciente en los círculos de poder en el sentido de que el desafío que había representado el liberalismo en el pasado para la hegemonía ahora era desplazado por el socialismo –que el establecimiento denominaba indistintamente socialismo o comunismo o anarquismo–. Un editorial de El Nuevo Tiempo, el periódico conservador más influyente de la época, publicado el 13 de febrero de 1927 –días después de las huelgas de los trabajadores de los ferrocarriles del Pacífico y del Norte, que el gobierno señalaba como consecuencia de la mano oculta de los socialistas–, describe la situación de esta manera:

Acostumbrados los conservadores a ver en el liberalismo el único enemigo del régimen actual, hemos olvidado escrutar el horizonte político para descubrir que el antiguo adversario ya no existe y que de sus cenizas ha surgido otro rival joven y poderoso, armado de nuevas armas y listo para librar combates que –si no abrimos el ojo– fácilmente pueden dar en tierra con ese régimen de libertad dentro del orden, y de progreso dentro de la tradición, que hemos establecido a costa de tantos sacrificios.[55]

El protagonismo que los socialistas estaban ganando en el país lo pone de presente Alfonso López Pumarejo en una carta pública del 23 de abril de 1928: “Uribe Márquez, Torres Giraldo, María Cano, adelantan la organización de un nuevo partido político que lleva trazas de poner en jaque al régimen conservador”.[56]

En este ambiente sicológico mediático, Abadía Méndez solicita al Congreso medidas “extraordinarias” para impedir que la ola huelguista crezca y “evitar la expansión de las ideas socialistas, comunistas y anarquistas”. Es así como en octubre de 1928 el Legislativo expide la Ley Heroica. En respuesta, un Comité de Acción de socialistas y liberales llama a conformar un frente común de todas las fuerzas “que se sientan amenazadas con la expedición de la ley liberticida”, pero en diciembre de 1928 se produce la masacre de las bananeras y todo cambia.

Días después el ministro de Guerra Ignacio Rengifo alerta sobre el descubrimiento de un plan insurreccional en cabeza de Tomás Uribe Márquez, Juan C. Dávila, Raúl Eduardo Mahecha y otros dirigentes del psr, que pretendía la toma de cuarteles y puntos clave de ciudades y pueblos. Esta conspiración contaba supuestamente con la participación de líderes socialistas locales, algunas figuras liberales –generales en retiro que habían participado en la guerra de los Mil Días y aún contaban con cierto prestigio– y, llegado el momento, del “pueblo uniformado”, dado el trabajo proselitista que el psr venía adelantando entre los soldados cuando estos salían en permiso de los cuarteles.

El plan se llevaría a cabo simultáneamente con un levantamiento similar en Venezuela: En 1920 Tomás Uribe Márquez colaboraba con el diario Gil Blas. Emprendió un viaje a Nueva York con el encargo de comprar maquinaria de imprenta. A su regreso por Ciudad Panamá se reunió con Francisco de Heredia Márquez, quien había llegado para asistir a una reunión. Panamá era punto de encuentro de gentes de diversos horizontes que encarnaban ideales continentales de soberanía nacional, reformas democráticas y socialismo. Una veintena de personas proyectaba una alianza de todas las tendencias revolucionarias de América Latina unidas por un sentimiento antiimperialista. Tomás fue invitado y entró en relación con el revolucionario venezolano Arévalo Cedeño, en destierro por su lucha contra el dictador Juan Vicente Gómez. Allí surgió la idea de hacer una crónica sobre el régimen político de Venezuela, que Tomás hizo al año siguiente en un viaje por Caracas y Maracay. Desde ese tiempo él y Arévalo Cedeño guardaron comunicación. El plan insurreccional que supuestamente debía llevarse a cabo en diciembre de 1928 se haría en coordinación con rebeldes venezolanos encabezados por Arévalo Cedeño, que a su vez se levantarían en su país. Un plan a todas luces ingenuo, rayano en lo infantil.

La noticia ocupa entonces los titulares de la prensa y opaca el escándalo desatado por la masacre de las bananeras. El ministro denuncia a “los bandidos socialistas” y despliega durante enero y febrero de 1930, con gran prosopopeya, toda suerte de declaraciones y entrevistas, presentándose como el “salvador providencial” del establecimiento.

¿Qué había pasado? Los asistentes a la convención de La Dorada habían logrado continuar la reunión en la cárcel y acordaron crear un comité central, bajo la dirección de Tomás Uribe Márquez, encargado de preparar un eventual proyecto insurreccional de toma del poder, el cual fue aprobado en una asamblea clandestina del psr en julio de 1928 –a la cual no pudieron asistir María Cano, porque no pudo llegar, ni Torres Giraldo, por estar detenido–. Los hechos de las bananeras fueron al parecer el detonante para intentar poner el plan en marcha, un levantamiento que estaba más en la cabeza de los implicados que en la realidad.

Los socialistas acusados fueron condenados en consejos de guerra en enero de 1929: Tomás Uribe Márquez, Juan C. Dávila y Raúl Eduardo Mahecha recibieron una pena de dos años de prisión con supresión de sus derechos políticos y prohibición de hablar en público a vida. Fueron internados en el panóptico de Bogotá y sometidos a un régimen de cadenas y cepo seis horas al día. Por dormir sobre esteras y soportar el viento helado que bajaba desde Monserrate en las madrugadas y se colaba por la celda del tercer piso, la salud de Tomás Uribe Márquez se fue minando y sus pulmones quedaron afectados (imágenes 11 y 12).

Su defensor fue el joven abogado Jorge Eliécer Gaitán, quien en agosto de 1929 consiguió la revisión de los consejos de guerra gracias a sus debates en el Congreso. Después de estar preso un año, Tomás Uribe Márquez quedó libre en diciembre de 1929. 

Imagen 11. Panóptico Nacional, Bogotá, 1929. Foto expuesta al público en el Museo Nacional de Bogotá. 

 

Imagen 12. Cadenas de la celda donde estuvieron presos Tomás Uribe Márquez, Raúl Eduardo Mahecha y Juan C. Dávila. Foto tomada por Mauricio Trujillo Uribe. La celda queda en el tercer piso del Museo Nacional. 


Cuando salió, el paisaje había cambiado para el psr. Éste había entrado en crisis: sus cuadros habían sufrido represión y cárcel, su discurso político al extremo lo había aislado, estaba disperso, prácticamente reducido a grupos y, sobre todo, un plan del sector comunista del partido para disolver el psr y crear en su lugar el Partido Comunista estaba en marcha. En efecto, el nuevo secretario, que había asumido la dirección del partido en agosto de 1929, y su círculo llevaron a cabo su propósito en un pleno ampliado realizado en Bogotá en julio de 1930, acatando la línea política y las instrucciones de la Internacional Comunista[57].

También al comenzar 1930 el panorama para la hegemonía conservadora-clerical había cambiado: el impacto de la noticia sobre la masacre de las bananeras, la gran inflación que encarecía aún más la vida de la gente, la movilización del obrerismo impulsada por los socialistas en los años precedentes y la división de los conservadores entre la candidatura presidencial de Vázquez Cobo y la de Guillermo Valencia habían desgastado al gobierno y drenado el entramado dominante. 

Imagen 13. Dr. Enrique Olaya Herrera en momentos en que habla al pueblo de P. Wilches, Floro Piedrahita, Puerto Wilches, 19 de enero de 1930, fotografía, negativo en acetato, 9 x 14 cm, archivo Floro Piedrahita Callejas. 


El partido liberal, ahora bajo la tutela de López Pumarejo y su círculo, presentaba a Olaya Herrera, un candidato de imagen moderada que no asustaba a los conservadores menos recalcitrantes, recogía el apoyo de sectores cansados de la polarización del país, contaba con el beneplácito del gobierno norteamericano –venía de ser embajador en Washington– y anunciaba reformas que, aunque limitadas, significaban un progreso frente a los cuarenta y cuatro años de hegemonía. En su campaña pasó por Puerto Wilches, Santander, donde fue fotografiado por Floro Piedrahita (imagen 13). Finalmente Olaya Herrera triunfa y se posiciona como presidente en agosto de 1930.

La república liberal de la década del treinta trajo avances progresistas para el país en varios aspectos, aunque evidentemente no hubo cambios de fondo del modelo de sociedad ni mucho menos de la estructura oligárquica de poder.[58] Pero puede decirse que el fin de la hegemonía conservadora-clerical y las reformas democráticas conseguidas bajo los gobiernos de Olaya Herrera y López Pumarejo fueron en gran parte el resultado de las luchas socialistas de la década del veinte. Algunas conquistas, como la jornada laboral de ocho horas, que hoy forman parte de nuestra vida cuotidiana, son fruto principalmente de la gesta abnegada de los hombres y mujeres socialistas que en esa época dieron de sí lo mejor.

La mutación del proyecto socialista en comunista llevó a un sector de sus militantes y adherentes a retirarse de la vida política, otro ingresó o regresó al liberalismo o se vinculó a la UNIR[59], y otro más prosiguió en filas del partido comunista, cuyos planteamientos siguieron las tesis de Moscú.

Tomás Uribe Márquez se retiró a su casa en la sabana de Bogotá por recomendación médica. Inició así una nueva etapa de su vida en compañía de Enriqueta: nacieron sus hijos, Tila y Tomás, y siguió escribiendo para la prensa y recibiendo visitas de socialistas, liberales, intelectuales, sindicalistas y hasta miembros del gobierno, que venían a conversar y escuchar sus opiniones. Afectado por una pulmonía, falleció el 19 de mayo de 1936. 

PASAJES DE SU VIDA 

Mauricio Trujillo Uribe entrevista a María Tila Uribe 

María Tila Uribe Jiménez nos trae los recuerdos que escuchó de su madre Enriqueta, de sus hermanos y personas cercanas a su hogar, y su propio testimonio.

  1. Tila, cuéntanos sobre los primeros años de Tomás Uribe Márquez.

Tomás nació en Medellín. Sus padres Luis Uribe Latorre y Domitila Márquez Obregón conformaron una familia de varios hijos: Horacio, Gabriel, Tomás, Lucía, Jorge y Francisco. Su padre, de lejano origen vasco, se destacaba en la sociedad antioqueña por sus obras, una de ellas fue la participación en la fundación de la Escuela de Minas de Medellín, y sus negocios: exportaba café y traía mercancías de Europa.

Fue una familia liberal radical y laica, que identificaba a la Iglesia católica con los sectores más reaccionarios y atrasados, por eso sus hijos no recibieron en el hogar educación religiosa; a cambio, fueron criados y formados con los valores que consideraban importantes: el saber que da la escuela de la vida, el valor de la palabra, el diálogo, la dignidad, la honradez y, desde luego, compartir con la naturaleza.

Tomás fue buen alumno y a los quince años era ya un muchacho formado que repartía su tiempo entre el estudio y las labores en la hacienda de don Luis, al lado de los trabajadores. Porque a la usanza y costumbres heredadas, a esa edad ya debía amansar potros, usar el machete para desbrozar monte y demás labores que –decían en Antioquia– lo preparaban para la vida.

Creció en contacto con una generación mayor que la suya, porque el ambiente familiar era frecuentado por los intelectuales que se movían en el medio de la cultura y la política, y algunos en la francmasonería. La guerra de los Mil Días era el tema obligado: los nombres de los que combatían, los muertos o quienes se incorporaban eran cercanos a la casa o conocidos. Tomás escuchaba historias de lucha, conspiraciones, experiencias y conversaciones.

El general Rafael Uribe Uribe, según lo que Tomás contaba años después, llegaba a cualquier hora para reunirse en clandestinidad con don Luis, doña Domitila y los amigos que ayudaban a sostener la causa de la guerra de los Mil Días. Tomás le decía “Tío” al general por el parentesco y trato de primos entre este y don Luis.

Cuando apenas acababa de terminar sus estudios, los curas lo excomulgaron. Tomás decía al respecto: “Esa fue la primera experiencia pública de mi vida. Fue lo que le dio el timonazo, porque me puso al lado del general Uribe y me sirvió de coraza para adquirir valor frente a las adversidades en la vida”. Y fue así: en las esquinas del barrio y el colegio pegó hojas con cuestionamientos del autoritarismo y los abusos de algunos curas y maestros férreos. Ese atrevimiento no se lo perdonó el obispo de entonces; Tomás fue excomulgado públicamente con carteles en el atrio y “cupo en el infierno”.

Abandonó su ciudad en una de las madrugadas con la maleta que la mamá le empacó, porque había hecho causa común con su hijo. Recordaba él que al llegar al filo de la montaña salió un campesino que esperaba al joven para iniciar el descenso. Era uno de los hombres del general Uribe. Tomás se incorporó a las filas de los “chusmeros” y permaneció un año como estafeta y muchacho de confianza, aprendiendo del general, recibiendo lecciones de hombre, familiarizándose con las ideas y las armas, compartiendo con los que vivían en la lucha bélica.

La guerra terminó y regresó en secreto a Medellín. Sus padres lo enviaron a Londres para recibir estudios de ingeniería agrícola. Don Luis quería que más tarde Tomás se pusiera al frente de la hacienda y de las exportaciones de café. Luego salió para París, que fue su centro de actividades y sueños. Esa estadía en la ciudad luz la tenían preparada desde antes entre Tomás, su hermano Jorge –que venía de estudiar derecho en Roma– y Francisco de Heredia Márquez –su primo, que también venía de Roma–.

Ya en París se enteran de acontecimientos trascendentales, como el envío de tropas a China de parte de las principales potencias de Europa, que desencadenó una de las más grandes tormentas de fuego de la humanidad, porque en China se fraguaban a la vez muchas insurrecciones populares. Se ponen al corriente del desarrollo del socialismo en Europa, del impulso revolucionario que aportaba Rusia desde su primera revolución en 1905, de los movimientos de trabajadores europeos y los movimientos de liberación de India y Egipto.

A Egipto fue Tomás con Jorge y Francisco en un viaje corto, el cual les permitió observar esa lucha de independencia frente a Inglaterra, que ya llevaba tres siglos, y vieron también las infamias del colonialismo. En ese tiempo las reuniones, congresos y debates relacionados con la Segunda Internacional[60] eran muy activos, repercutían en los jóvenes, trabajadores y muchos políticos importantes de la época, y simultáneamente los anarquistas se hacían sentir en todo el continente. Es decir, era una Europa eminentemente política la que Tomás, su hermano y su primo conocieron y vivieron; de ahí, creo, prácticamente los tres se hicieron socialistas.

Al lado de esos sucesos históricos existían otras facetas: “las otras Europas”, como las llamaran Tomás y Jorge, de quien tengo recuerdos. Daba él, Jorge, cuando contaba de la vida en París, la imagen de un Tomás joven de gran imaginación y lucidez, que soltaba frases agudas en las polémicas de café, costumbre que tuvo de por vida sobre todo en sus escritos o en el grupo lector con sus amigos, irritado cuando se refería a las desigualdades, a la injusticia. Hablaban de teatro, de la influencia de los literatos y novelistas del siglo anterior, de la ópera, de los periódicos y periodistas críticos, de escritores de temas revolucionarios que analizaban la complejidad política de las sociedades. Y además del lenguaje de la gente, del que Tomás decía: “Fue para mí un poderoso instrumento de aprendizaje y reflexión”.

  1. ¿Cuál fue la relación de Tomás con María Cano?

Se quisieron mucho y se trataron como primos toda la vida. La relación entre María (María de los Ángeles Cano Márquez) y Tomás estuvo marcada por dos épocas: la propia de dos jóvenes y la del retorno de él al país, cuando hablaron en presente y en futuro, porque querían vidas sencillas y entregadas a la suerte de su pueblo.

Algo que marcó su relación fue el intercambio de los escritos de uno y otra. Tomás desde París, cuando empezó con sus artículos sobre las colonias europeas, los enviaba a María y ella los hacía conocer. De parte de ella, sus escritos, sus versos y sus artículos los conoció Tomás desde cuando denunció, años atrás, las prácticas desalmadas de los desahucios.

Ahora, tanto en la vida de María como en la de Tomás fue clave todo el desarrollo del socialismo, que compartieron hasta los últimos días de la década del veinte. Ambos se acercaron al primer partido socialista desde distintos ángulos. Lo importante es que se habían leído y eso era determinante, no solo por las ideas con las que se identificaban, sino porque a toda esa generación socialista los unía la pasión con que actuaban; estaban dispuestos a entrar y salir de sus luchas con el mismo ritmo del aire en los pulmones.

María fue enterando a muchos socialistas de la existencia y las ideas de Tomás, aunque también él gozaba de cierto prestigio por sus artículos, que ya el periódico Gil Blas publicaba. Fue cuando el Mono Dávila, Juan C. Dávila, le preparó un recibimiento en Girardot al que María contribuyó, y a raíz de ese evento Tomás se conoció con muchos socialistas del país. Otro aspecto que los acompañó fue el de sus trabajos. Después de la conformación de la Confederación Obrera Nacional y con la fundación del Partido Socialista Revolucionario –psr–, tanto Tomás como María discutían los documentos que se iban a hacer públicos.

Una cualidad que él siempre exaltó de María fue su elocuencia: le comentaba sus aciertos o le hacía ver lo que era fundamental de aclarar o mostrar. Y María con frecuencia lo consultaba.

Tiene el poder misterioso de la transmisión”, decía Tomás de ella. “¿Ustedes no la han oído hablar? Es elocuente, subyuga, fascina”. Y relataba momentos álgidos vividos por los dos: “una vez que estábamos en Tunja, las autoridades quisieron disolver la masa obrera. La policía avanzaba por una calle y por la otra avanzaba el ejército. Nunca he visto mejor a María, cada palabra suya fue un latigazo, cada frase una certera saeta”.

Muchas otras situaciones vivieron y compartieron, como algunas de las giras de María y lo que pasó en la famosa Convención de La Dorada, que realzó cinematográficamente Camila Loboguerrero en su película María Cano. Esa convención tuvo como final la cárcel, a donde llevaron a los dirigentes del psr más conocidos. De allí, Torres Giraldo contó mucho tiempo después que “gracias a que los asignaron a un solo salón, y con un poco de ingenio, lograron reconstruir la Convención y dilucidar los problemas esenciales”.

En cuanto a la última gira de María, como la huelga de la zona bananera era un clamor, se acordó que ella se estableciera junto con Torres Giraldo en Aracataca, para reforzar las ligas campesinas conformadas por los propios trabajadores del banano. Fue uno de los tiempos en que más comunicación tuvieron Tomás y María, que llegaron a escribirse hasta dos veces diarias y a enviarse telegramas cifrados.

Y la última etapa, cruel por decirlo de la mejor manera, que compartieron tan estrechamente. Las instrucciones políticas de la época, estalinistas, acatadas por colombianos que también eran miembros del psr, fueron de disolver en América Latina los partidos socialistas, o populares, como el psr, y convertirlos en partidos comunistas: sin discutir ni buscar salidas porque los métodos utilizados hacían a un lado discrepancias y diálogos. Así sentenciaron políticamente a dirigentes del partido, fundamentalmente a Tomás y María Cano.

Finalmente, muchos otros socialistas, por ser víctimas del maltrato político y humano, enterraron sus lanzas para siempre. La fraternidad de Tomás y María siguió intacta hasta el último día, pero quedaron físicamente deshechos por las cárceles, especialmente Tomás, debido al cepo y al daño a sus pulmones causado en el panóptico de Bogotá o Penitenciaría Central del Estado de Cundinamarca, hoy Museo Nacional. Cuando salió libre, los médicos le recomendaron retirarse a la casa campestre de San José, justamente donde pasé mi infancia con mi hermano.

  1. Tomás y Enriqueta Jiménez Gaitán formaron pareja. Háblanos de esa relación.

El nombre de mi madre fue Enriqueta del Carmen Jiménez Gaitán, por haber nacido en la noche de San Enrique y día de Francia –un 14 de julio– en Bogotá. Venía de una familia donde el abuelo materno, don Genaro Gaitán, fue un hombre esmerado en que sus hijas Aura, María, Pepa y Enriqueta tuvieran cultura, y se dedicó a educarlas con los ideales de la Revolución francesa, de los que él fue siempre un ferviente admirador.

Siendo jovencita se casó con Fidedigno Cuéllar, también líder socialista y maestro en escuelas rurales, quien no permanecía en Bogotá. Con el tiempo él fue dejándole la responsabilidad a ella, hasta que se ahuyentó completamente del hogar. Esa situación hizo que llegara a vivir sola con sus siete hijos –Carlos, Cecilia, Alfredo, Miguel, Olga, Juan Francisco y Sofía– en los Cerros Orientales, en medio de gran pobreza, en la parte alta, detrás de la iglesia del barrio Egipto.

Para medio sostenerse y sostener a sus hijos, Enriqueta escribía cartas, sacaba a la puerta de su casa mesita y asiento, y escribía misivas a centavo. La clientela era la gente del barrio y vecindades. La acompañaba una señora amiga, igual de pobre, para ayudarle en esa labor, que según la usanza incluía papel de colores rosados, morados o azules, y sobres para la carta, por lo general con un ángel en la esquina, una flor, un corazón roto u otra figura que completara el mensaje del remitente. Con ese oficio y esa otra característica de su personalidad, de entrega a los demás, la gente del barrio empezó a tenerle afecto; la querían porque les inspiraba confianza y les interpretaba los sentimientos. Y sin proponérselo, su imagen empezó a transformarse de una figura de amistad a una de liderazgo del Paseo Bolívar, en los Cerros Orientales.

En Bogotá, ciudad por entonces de huelgas apoyadas por los socialistas, el alcalde inició una campaña llamada “de saneación del Paseo Bolívar”. El tratamiento no podía ser más cruel: empezaron a ver inspectores recorriendo las calles y mirando las casas, hacían avalúos, citaban luego a la gente a una oficina, al llegar les daban la orden de firmar y una ínfima cantidad de dinero. Luego venía el desalojo, un acta, dos firmas y sellos en la puerta. Como quiera que la voz de los desalojos corrió, Bogotá se polarizó: los que estaban de parte de los moradores y los que estaban en contra. El periódico El Tiempo sentenció en un artículo al sector llamándolo “una Sodoma inflamada de chicha”. Pero quienes se pusieron en guardia fueron los mismos moradores, que empezaron a hacer reuniones para defenderse de los desalojos y de “El hombre púas”, que enviaba a sus uniformados para cumplir las órdenes.

Los jóvenes tuvieron como siempre un papel importante, y entre esos jóvenes estaba Carlos Cuéllar Jiménez, el hijo mayor de Enriqueta, quien fue contratado por Leopoldo Vela Solórzano, dueño de un almacén de sombreros en la Plaza de Bolívar y conocido dirigente socialista, para que ayudara en distintas labores, como llevar razones, traer periódicos y repartir volantes. En sus labores, al todavía adolescente Carlos lo asignaron como acompañante y ayudante de Tomás, que se había instalado en Bogotá hacía cierto tiempo. Así se conocieron y así nació una amistad entre el joven y su Maestro, como lo llamara Carlos, a quien Tomás quiso entrañablemente y se propuso, como si fuera un hijo, cultivar su inteligencia y habilidades.

Pronto los vecinos se enteran de la fecha citada para otro desalojo, empiezan a unirse, a prepararse y a decirle a Enriqueta que se aliste para decir unas palabras en nombre de la comunidad. Pero no hubo desalojo. Nadie pudo llegar a exigir nada. En cambio, quienes llegaron arriba fueron unos cien socialistas, Juan C. Dávila y Tomás Uribe Márquez en primer lugar, y se encontraron con una mujer de figura frágil, pelo negro y ojos canela, que no era otra sino Enriqueta, sobre una plataforma improvisada, que razonaba en voz firme y alta: “Cuando esto lo adquieran los ricos del Gobierno, entonces habrá mejoras de agua y luz, y el sector será higiénico. Que nadie abandone su casa, esas mejoras la Alcaldía las debe hacer desde ahora”. Así la conoció Tomás, hablando en público. Eso debió ser hacia finales de 1927.

Él no se imaginaba que una mujer culta, en ese grado de pobreza, con todos esos hijos, fuera también una lideresa en potencia. Carlos se la presentó, estaba reunida con los señores del barrio y todos se fueron a celebrar a la casita de ella. Como curiosidad, él le pidió permiso para llamarla Tata, nombre indeleble con el que ella quedó hasta el fin de sus días.

La casita de Tata se volvió punto de reunión, como una pequeña sede política donde llegaban Tomás y los socialistas a preparar nuevas actividades con café y panes. Así empezó a nacer una amistad honda, sincera entre los dos. Él encontraba afinidad en opiniones, gustos o disgustos; se atacan de la risa por lo mismo y lo que más les interesaba era ayudar a construir un entorno por lo menos más humano. Para ella fue igual, tenía en la retina y el pensamiento los gestos, palabras y facciones de Tomás, y admiraba sus conocimientos, su cultura.

Un tiempo más y oyendo a los chicos que querían trabajar, se le ocurre a Tomás, por los contactos con su primo Francisco de Heredia, que quizás podrían recibirlos en el Jockey Club como botones, que eran chicos con sombreritos rojos atados a la cara y uniformes de sacos llenos de botones dorados. Entonces los contratan. ¡Inimaginable! Cuatro hermanos ganando sueldos, más las propinas, trajeron a sus vidas un cambio material que los transformó.

Y lo primero que deciden es cambiar de casa, porque allí no conocían baño y tenían que ir al río de enfrente. En la nueva casa, que llamaron “la casa del angelito”, porque tenía una fuente con un angelito, cerca al barrio Las Cruces, no tuvieron que tapar el viento helado de las noches poniendo dos óleos de los antepasados, y ahora tendrían puerta con llave. Pero al lado de eso, Tata y Tomás inician momentos de conversación con los hijos, en los que cada uno se pronuncia sobre distintos temas: la amistad, el compañerismo, cómo ser un buen hijo, cómo cuidar las cosas, la limpieza y el orden. Y se establecen normas, como que cada vez que les paguen tienen que dejar dinero para la mamá y aportes a la casa, y otras orientaciones y situaciones que esos jóvenes recordaron por su vida entera, como un cuadrito que decía: “A las mujeres no se les pega ni con el pétalo de una rosa”, frase que quedó escrita en una pared del comedor.

Fue ahí en el primer diciembre que Tomás le preguntó a cada uno qué querían de regalo para la Navidad; recordaban que la hermanita pequeña, Sofía, se bajó del asiento para ir hasta donde Tomás y en secreto le dijo: “Yo quiero la camisa de dormir de Blancanieves”. Pasaron los días, llegó la Navidad y esa noche estaban los regalos listos para ser entregados con las recomendaciones de cómo los querían. La camisa de dormir Tomás la mandó a hacer tal como estaba en un libro, con el dibujo de la niña dormida. La escena debió ser emocionante, pero aún más cuando se hizo un silencio en el que Tatica les habló de frente: “Hijos”, les dijo, y hubo más silencio, “Tom y yo hemos decidido…”. Pero él no la dejó terminar y se metió en la frase con voz más alta y juguetona: “¡Yo quiero mucho a su mamá y ella también me quiere a mí… y yo los quiero mucho a ustedes! ¡Somos una familia y podemos vivir juntos! ¿Qué dicen?”. Todo se volvió abrazos esa noche. Entre las más bellas referencias del amor entre Tomás y Tata están las de mis hermanos mayores que los recordaban siempre con un verso, una canción. 

Imagen 14. Enriqueta del Carmen Jiménez Gaitán. Fondo MTU.

 

  1. Tú tienes varias fotos originales de Floro Piedrahita. Una de ellas muestra lo que era el uso del cepo en la cárcel en esa época. ¿Cómo fue eso?

Sí. Estela Piedrahita, su hija, tuvo la generosidad de regalarme seis fotos originales de Floro para mi libro Los años escondidos. Sueños y rebeldías en la década del veinte, texto que se lo di a leer antes de publicarlo y le encantó. Las fotos de Quintín Lame, María, las manifestaciones, el cepo. Esas fotos después las tomaron y publicaron, inclusive la de Quintín como carátula de un libro, pero no dieron el crédito de dónde la habían sacado.

Estela me dejó la más bella impresión de su personalidad, de su pensamiento, muy de acuerdo con el de su padre. Una vez llegué y me contó algo que le acababa de suceder. Primero la había llamado un señor interesado en conocer algunas fotos, le dio su nombre y pusieron cita, pero no llegó uno, sino tres: un colombiano y dos ingleses de la British Petroleum. Iban a comprarle todas –así le dijeron– las fotos de Floro Piedrahita, que si mal no recuerdo eran casi setenta, y esperaban que ella pusiera el precio que quisiera, no habría objeciones. Estela se enfureció –me contaba todavía indignada, “lo que quieren es desaparecer la historia y por eso vinieron”, me decía. Ahí le salió de una parte la dignidad heredada de su padre y de otra, la acción comprometida y reflexiva sobre nuestra Colombia. 

El cepo era una forma de castigar, la preferida de la hegemonía para los socialistas (imágenes 14 y 15). A Floro y los compañeros que aparecen en la siguiente foto les aplicaron el cepo de tobillos, y de acuerdo con lo que Estela me explicó, escribí por detrás de la foto el pequeño texto que dice: 

Imagen 15. Dirigentes del Partido Socialista Revolucionario. Raúl Eduardo Mahecha, Floro Piedrahita, Isaac Gutiérrez, Julio Buriticá. Panóptico de Tunja 07.02.27. Delitos: Asonada y sedición. Foto tomada por un guardián de la prisión bajo la instrucción de Floro Piedrahita, Fondo MTU. 

 

Imagen 16. Historia de la foto. Reverso del marco, 35 x 25 cm, Fondo MTU. 


Historia: Floro Piedrahita fue un reconocido fotógrafo de la época, vivía en Barrancabermeja. En esa ciudad los apresaron durante la histórica huelga petrolera que dirigiera Mahecha en 1927. Los condujeron a pie hasta Tunja amarrados con cadenas por la cintura. Él llevaba su cámara en las manos. Uno de los guardianes, curioso por esa “máquina”, le pidió que le enseñara. Éstos iban montados en mulas. Ya en el penal y en el cepo, Floro le explicó cómo debía hacerlo. Así que aquel guardián anónimo fue quien tomó esta fotografía que quedó para la posteridad.

Estela Piedrahita, hija de Floro, me obsequió ésta y las demás fotografías topadas por su padre, que publiqué en mi trabajo sobre la época: el libro Los años escondidos. Ella me relató esta historia. 
María Tila Uribe 

TAL ERA TOMÁS URIBE MÁRQUEZ

Cuando Tomás Uribe Márquez falleció, diversos periódicos de la época publicaron artículos en su memoria, entre ellos El Nacional, El Espectador, El Gladiador, El Socialista, La Chispa, La Guillotina, Tierra, Unión Liberal, Tipos. También sindicatos como el Obrero Municipal y otros.

  • Periódico El Gladiador, 21 de mayo de 1936

Espíritu esencialmente combativo. Hombre que desechó en más de una ocasión halagadas posiciones, para seguir impertérrito en los cuadros revolucionarios de combate. Fue un hábil organizador de las masas. […] Tomás Uribe Márquez sintetiza el genuino líder revolucionario y sus vastos y profundos conocimientos sobre el intrincado problema social lo colocaba a toda hora a la cabeza de la vanguardia de inconformes, que llenos de ideal y pletóricos de razón queremos resquebrajar el anticuado sistema social existente, por uno más justo y humano.

  • Periódico Unión Liberal, 21 de mayo de 1936

Cierto ministrillo de guerra, que se cubrió perpetuamente de ridículo bajo la sanción implacable de la opinión pública, condenó en Tomás Uribe Márquez todos los peligros que corría el régimen conservador, cuando los crímenes y desafueros de la hegemonía socavaron los cimientos de su estabilidad. El revolucionario fue perseguido con sevicia, tratado como criminal, excarcelado siendo víctima de las consecuencias de ese delirio de persecución que se apoderó del funcionario ebrio y pecador. La famosa Ley Heroica, uno de los gritos de estertor de la fraudulenta hegemonía, fue originada casi por las actividades propagandísticas de Tomás Uribe Márquez y María Cano, y tenía por objeto establecer fórmulas arbitrarias que permitieran considerar como malhechores a quienes se sentían incómodos dentro de la ignominia conservadora.

  • Diario El Nacional, 20 de mayo de 1936

Tal era Uribe Márquez, un filántropo: todas sus fatigas siempre desinteresadas; todas sus angustias, sufridas hasta en lo más íntimo; todas las preocupaciones, llevadas resignadamente; todas sus ambiciones, flor de un ideal. Todo, todo lo padeció Tomás Uribe Márquez por amor a la humanidad; las reivindicaciones de las clases desvalidas, nervios en el destino de una nación, fue el único objetivo de aquel querido amigo.

  • Diario El Espectador, 20 de mayo de 1936

A la edad de 54 años murió anoche en Bogotá don Tomás Uribe Márquez, […] personaje cuyas actividades permanecieron en el primer plano del interés político durante largos meses, cuando allá por el año de 1928, el entonces ministro de la guerra, doctor Ignacio Rengifo, gritaba todos los días que era tremenda la amenaza soviética en Colombia. Recordamos nosotros la figura ascética, sarmentosa, de Tomás Uribe Márquez cuando en esa época fuimos una tarde a visitarlo al panóptico, donde lo había recluido la pasión y el interés político de un aspirante a dictador. […] La conspiración de Uribe Márquez tenía por arsenal una librería revolucionaria y por artillería un mimeógrafo desvencijado. Cuando salió de la celda, para pasar al despacho del director del presidio, Uribe Márquez llevaba en la mano un libro de Trotski que había salvado en los pliegues de su viejo gabán. Uribe Márquez era un hombre afectuoso, sentimental, excelente amigo y mejor padre de familia.

  • Periódico Pluma Libre, 22 de mayo de 1936

Fue Tomás Uribe uno de aquellos hombres hijos de una generación que se extingue en Colombia, que se distinguieron por su amor a la democracia y libertad de la república. Es por tales causas que se le ve a los diez y siete años al lado de Uribe Uribe, Vargas Santos y Fosión Soto, hacer la campaña más larga que se haya registrado en la historia de nuestras guerras civiles, y en la que se dieron cita todos los enemigos del oscurantismo para sentar las bases de una paz duradera cimentada en las garantías ciudadanas a que todo colombiano tiene derecho.

 

Imagen 17. Firma de Tomás Uribe Márquez. 

 
BIBLIOGRAFÍA 

Anales de la Cámara de Representantes. Proyecto de Ley por el cual se dispone la publicación de obras útiles. 18 de octubre de 1916.

Archila Neira, Mauricio. La clase obrera colombiana (1886-1930). Bogotá. Planeta. 1989.
Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945. Bogotá. Cinep. 1991.
La otra opinión: La prensa obrera en Colombia 1920-1934. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. 1986.

Atehortúa, Adolfo y Vélez R., Humberto. Estado y fuerzas armadas en Colombia: 1886-1953. Cali. Pontificia Universidad Javeriana. 1994.

Conferencias Episcopales de Colombia. Imprenta de la Compañía de Jesús. 1908-1930.

De Heredia Márquez, Francisco. Programa del Partido Socialista. Bogotá. Editorial Santafé. 1925.

García, Antonio. Colaboración al libro América Latina. IIS-UNAM. México. 1977.

García Morales, Santiago. El movimiento social campesino en Colombia durante el siglo xx. Medellín, Universidad de Antioquia, 2019.

Gualdrón, César. Salud y revolución social. Presencia, bolchevización o proyecto del Partido Socialista Revolucionario 1926-1930. Tesis de grado Universidad Nacional. 2020.

Maya Guerra, Julio Cesar. “Hace 100 años”. Revista Colombiana de Jardinería. 8 de julio de 2017. https://dejardines.com/jardineria-ecologica/hace-100-anos

Melo, Jorge Orlando. La Ley Heroica de 1928. Septiembre de 1978.

Molina, Gerardo. Las ideas socialistas en Colombia. Bogotá. Tercer Mundo Editores. 1988.

Observatorio de Derechos Humanos, Programa Presidencial de DDHH y DIH. Núm. 6. Movimiento sindical en Colombia. Bogotá, septiembre de 2005.

Trujillo Uribe, Mauricio. Una historia para la paz. Los años 70 y 80. Comisión de la Verdad. Febrero de 2020. https://agoradeldomingo.com/una-historia-para-la-paz-anos-70-y-80
Imaginarios sobre la revolución rusa en Colombia en la década del veinte y su impacto en la historia política del país. Octubre de 2017. https://agoradeldomingo.com/cien-anos-imaginarios-sobre-la-revolucion-rusa-en-colombia

Uribe Jiménez, María Tila. Los años escondidos. Sueños y rebeldías de la década del veinte. 1994. Bogotá. Opciones Gráficas Editores Ltda. 2015.

Vega Cantor, Renán. Las luchas agrarias en Colombia en la década del veinte. Cuadernos de Desarrollo Rural. 2004.

 

[1] El enclave en un territorio en concesión por parte del Estado a una empresa privada, era un modelo económico en países subdesarrollados donde se localizan actividades productivas destinadas a la exportación sin integrarse en el mercado local.

[2] En la década de los años veinte se encuentra la génesis y el desenvolvimiento de las primeras formas de protesta social de las que surgirían en Colombia las primeras organizaciones sociales populares, entre ellas las asociaciones mutuales de artesanos, los sindicatos de trabajadores y trabajadoras, y los movimientos indígenas y campesinos. Santiago García Morales, El movimiento social campesino en Colombia durante el siglo xx (Medellín: Universidad de Antioquia, 2019).

[3] Julio Cesar Maya Guerra, “Hace 100 años”, Revista Colombiana de Jardinería, 8 de julio de 2017, https://dejardines.com/jardineria-ecologica/hace-100-anos

[4] Proyecto de Ley por el cual se dispone la publicación de obras útiles, Anales de la Cámara de Representantes, 18 de octubre de 1916.

[5] En 1926 se creó el Partido Socialista Revolucionario –psr– como un partido de masas, con marcada tendencia de izquierda, pero como un partido plural y no comunista.

[6] María Tila Uribe, Los años escondidos. Sueños y rebeldías de la década del veinte [1994] (Bogotá: Opciones Gráficas Editores Ltda., 2015).

[7] La guerra de los Mil Días se inició en 1899 y terminó en 1902, pero sus secuelas fueron de larga duración, pues la guerra continuó en los espíritus. En ella tomaron las armas ciento cinco mil hombres: setenta mil por el gobierno conservador y treinta y cinco mil por los liberales, cuyo jefe máximo fue el general Uribe Uribe. Colombia quedó en ruinas, los campos desolados, la población enferma. Los historiadores han estimado entre ochenta mil y cien mil los muertos en esta guerra. Uribe, Los años escondidos.

[8] Entre 1920 y 1930 el país exportó en total mil cien millones de dólares, mientras que en el decenio 1909-1919 apenas había llegado al nivel de los trescientos millones de dólares. Antonio García, Colaboración al libro América Latina (IIS-Unam, México, 1977).

[9] La población general pasó de 5’860.000 a 7’433.00 habitantes entre 1920 y 1930, y la urbana se incrementó de 1’200.000 a cerca de 2’000.000. Gerardo Molina, Las ideas socialistas en Colombia (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1988).

[10] Durante 1920 hubo treinta y dos huelgas a lo largo del territorio nacional, que pusieron en evidencia la aparición de la clase obrera, la cual alcanzaba cerca del 5% de la población y se ocupaba de actividades tan importantes como la construcción de vías de comunicación, la industria manufacturera, las industrias extractivas y una agricultura moderna. Mauricio Archila, La clase obrera colombiana (1886-1930) (Bogotá: Planeta, 1989).

[11] La clase media era demográficamente pequeña –artesanos, pequeños comerciantes y empleados, principalmente–.

[12] Renán Vega Cantor, Las luchas agrarias en Colombia en la década del veinte. Cuadernos de Desarrollo Rural 52 (2004).

[13] Estados Unidos invadió con tropas a Panamá en 1902, México en 1914 y 1917, Haití en 1915, República Dominicana en 1916 y Nicaragua entre 1912 y 1936.

[14] En 1904 y 1916 hubo dos intentos de fundar un partido obrero, precursores del partido socialista de 1919.

[15] En este III Congreso Francisco de Heredia fue nombrado secretario general de Organización y Propaganda.

[16] Las expresiones del socialismo del siglo xix y primeros años del siglo xx eran, entre otras, los enunciados socialistas de Murillo Toro, las sociedades democráticas, el Olimpo Radical y el ideario liberal socialista de Rafael Uribe Uribe.

[17] Molina, Las ideas socialistas.

[18] Molina, Las ideas socialistas.

[19] Molina, Las ideas socialistas.

[20] Francisco de Heredia Márquez, Programa del Partido Socialista. El Cuarto Congreso de Socialistas (Bogotá: Editorial Santafé, 1925).

[21] Este grupo se declaró comunista y fue liderado por el poeta Luis Tejada Cano, periodista y cronista (1898-1924).

[22] Tan solo existían veintisiete organizaciones obreras a comienzos del siglo xx. Posteriormente, en la década de 1920 fueron reconocidas cuarenta, la mayoría de ellas gremiales. Observatorio de Derechos Humanos, Programa Presidencial de DDHH y DIH, núm. 6, Movimiento sindical en Colombia (Bogotá, septiembre de 2005).

[23] Ley 69, por la cual se dictan algunas disposiciones sobre defensa social, 30 de octubre de 1928.

[24] Adolfo Atehortúa y Humberto Vélez R., Estado y fuerzas armadas en Colombia: 1886-1953 (Cali: Pontificia Universidad Javeriana, 1994), https://is.gd/QYrRTs

[25] “Hambre para los obreros del tranvía”, La Chispa (Enero de 1927).

[26] “Cómo trabajan las obreras en Colombia”, Nueva Era (Agosto de 1927).

[27] Mauricio Archila, Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945 (Bogotá, Cinep, 1991).

[28] Esta tesis más adelante se decantaría bajo el título de desarrollismo.

[29] El Trienio Rojo fue un movimiento estudiantil y un movimiento obrero que pedían una reforma universitaria y mejores condiciones laborales, ambos ligados a la hora revolucionaria internacional suscitada por los imaginarios sobre la Revolución Bolchevique de 1917 en Rusia.

[30] Las noticias llegaban por cable, prensa y libros. Muy pocos socialistas tuvieron oportunidad de viajar a Europa.

[31] Un fenómeno similar ocurrió en sectores de la izquierda colombiana en los años sesenta y setenta frente a la Revolución cubana. Entrevista a Mauricio Trujillo Uribe, Comisión de la Verdad, Una historia para la paz. Los años 70 y 80 (febrero de 2020), https://agoradeldomingo.com/una-historia-para-la-paz-anos-70-y-80

[32] Francisco de Heredia Márquez, Programa del Partido Socialista. El Grupo Comunista (Bogotá: Editorial Santafé, 1925).

[33] Antecedente de la “Doctrina de la Seguridad Nacional” en Colombia. Entrevista a Mauricio Trujillo Uribe. Comisión de la Verdad.

[34] Uribe, Los años escondidos.

[35] Tratado entre el Estado colombiano y el Estado vaticano suscrito en 1887; estuvo vigente con modificaciones hasta 1991.

[36] Los candidatos conservadores a la Presidencia eran escogidos con el beneplácito del arzobispo de Bogotá, de acuerdo con numerosas fuentes e investigaciones.

[37] Conferencias Episcopales de Colombia (Imprenta de la Compañía de Jesús, 1908-1930).

[38] El Espectador (25 de julio de 1925).

[39] Gil Blas era un periódico de orientación liberal, con afinidad socialista.

[40] Molina, Las ideas socialistas.

[41] En la década del cuarenta, la Federación sería protagonista central de las luchas de los trabajadores del río Magdalena.

[42] Francisco de Heredia, Programa del Partido Socialista. El deber actual del socialismo (Bogotá: Editorial Santafé, 1925).

[43] Periódico El Espectador, 20 de mayo de 1936.

[44] Debido al Concordato vigente entre el Estado colombiano y el Estado vaticano, la Iglesia, ya exenta de impuestos, recibía recursos públicos; la enseñanza de la religión católica era obligatoria en la educación pública; los sacerdotes se reservaban el derecho de autorizar los textos de enseñanza y podían censurar cualquier actividad docente; el matrimonio católico era el único vigente; no había registros civiles; el registro demográfico se llevaba por medio de libros parroquiales donde se anotaba el nacimiento, los estados civiles y la muerte de las personas; la Iglesia manejaba los cementerios.

[45] De Heredia Márquez, Programa del Partido Socialista.

[46] La Internacional Comunista –ic–, fundada en 1919, agrupaba a los partidos comunistas de distintos países. Solo hasta 1929 se concretarían las relaciones entre la dirección del psr y la ic, la cual tenía su secretariado para América Latina en Moscú.

[47] Una parte importante  de  los  dirigentes  del  partido  asume  que  su  articulación  con  esta  organización puede contribuir con el aprendizaje de los triunfos y las derrotas de las luchas llevadas a cabo en las diferentes regiones del planeta, particularmente si se tiene en cuenta las experiencias en las cuales ha estado involucrado el Partido Bolchevique. César Gualdrón, Salud y revolución social. Presencia, bolchevización o proyecto del Partido Socialista Revolucionario 1926-1930, tesis de grado, Universidad Nacional (2020).

[48] Uribe, Los años escondidos. Carlos Cuéllar Jiménez (1914-1984), hijo mayor de Enriqueta Jiménez Gaitán (1898-1963), compañera sentimental de Tomás Uribe Márquez, lideresa social de los barrios orientales de Bogotá y destacada activista socialista.

[49] Molina, Las ideas socialistas.

[50] Desarrollo capitalista periférico, caracterizado así por algunos economistas.

[51] La disyuntiva sobre cómo resolver la “cuestión social” a través de cambios graduales que no alterasen el orden ni los privilegios –posición sostenida por una parte minoritaria del partido conservador y antiguos políticos de la unión republicana- y la aplicación de medidas de fuerza que suprimieran los movimientos de protesta –ideología ampliamente mayoritaria entre las élites conservadoras–, acompañó a la hegemonía durante toda la década. Mauricio Trujillo Uribe, Imaginarios sobre la revolución rusa en Colombia en la década del veinte y su impacto en la historia política del país (octubre de 2017), https://agoradeldomingo.com/cien-anos-imaginarios-sobre-la-revolucion-rusa-en-colombia/.

[52] Para 1920 circularon más de sesenta periódicos socialistas u obreros en el país y para 1925 el número subió a ochenta. A comienzos de los años treinta muchos periódicos obreros locales desaparecieron, pero otros, de influencia comunista, surgieron. Mauricio Archila Neira, “La otra opinión: La prensa obrera en Colombia 1920-1934”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 13 y 14 (1986).

[53] Francisco de Heredia nació en Medellín (c. 1883) y falleció en San José de Costa Rica el 22 de julio de 1927, en el incendio del Hotel Francés. Había sido invitado por la Universidad Popular de San José. Su pérdida fue invaluable para el psr.

[54] “El Comité Ejecutivo Socialista y la huelga de Barranca”, El Tiempo (20 de enero de 1927).

[55] “Ante los peligros del comunismo”, El Nuevo Tiempo (13 de febrero de 1927).

[56] Jorge Orlando Melo, La Ley Heroica de 1928 (septiembre de 1978), http://www.jorgeorlandomelo.com/leyheroica.htm

[57] La liquidación del psr vino acompañada de la liquidación política de varios de sus dirigentes, en particular de Tomás Uribe Márquez y María Cano, en un proceso que recuerda los métodos de las purgas de Stalin contra sus antiguos compañeros de lucha.

[58] La oligarquía (que tiene su origen en la palabra griega oligarchía, derivada de olígos, que significa “poco, escaso, reducido”, y archo, que significa “mandar, ser el primero”) en la ciencia política es una forma de gobierno en la que el poder político está en manos de unas pocas personas, generalmente de la misma clase social. Definición presente en varios diccionarios.

[59] Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria, partido político fundado en 1933 por Jorge Eliécer Gaitán y otros dirigentes de izquierda, entre ellos Jorge Uribe Márquez.  

[60] La Segunda Internacional fue una organización formada en 1889 por los partidos socialistas y laboristas que deseaban coordinar su actividad.