(23 de enero de 1903 – 09 de abril de 1948)
Por Francisco Trujillo Trujillo *
Artículo publicado el 09 de abril de 1998
Al escuchar en la radio la noticia corrí hacia el sitio del asesinato. Llegué a la calle 14 con carrera 7ª y al frente, en una droguería, un suboficial introducía allí a Roa Sierra, el asesino, para protegerlo del linchamiento que, de todas maneras se produjo un poco después, propiciado por la ira popular y por los interesados en que el asesino muriera, lo que sucedió.
Descendí un poco y guiado por otras personas fui a dar a una abandonada estación de policía. Cogí dos fusiles y salí hacia el centro, entregué uno de ellos a un ex compañero de cuartel que andaba en las mismas. Comenzamos a marchar sin ton ni son. Se nos unieron otras personas, varias desarmadas. Nos encaminamos finalmente hacia la Radiodifusora Nacional en la que se había instalado una inocua y efímera Junta Revolucionaria.
No es casual que se siga recordando a Gaitán y se hayan publicado tantas biografías y estudios sobre él y aquella época. Se cumplieron sus palabras “yo no soy un hombre, soy un pueblo”, un símbolo.
Los amigos y seguidores de Jorge Eliécer Gaitán Ayala, JEGA, lo llamaban el Caudillo del Pueblo y eso era. Pero él no se definió como tal; entre otras expresiones dijo: “Yo no soy un hombre, soy un pueblo” y afirmó que el pueblo debía ser activo políticamente: “Yo he invitado al pueblo a intervenir en política, y creo precisamente que la salvación de este país reside en que todos los hombres intervengan en la política nacional” (1947).
El programa que entonces aprobó el liberalismo fue realista, alejado de utopías socialistas como fue el pensamiento íntimo de Gaitán. Su tesis de grado en la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas, en 1924, la denominó “El Socialismo en Colombia”, visto como el que provee al pueblo educación, trabajo, techo.
En 1925, Luis Tejada, el incomparable cronista, lo invitó a ingresar a un efímero Partido Comunista que él había formado, entusiasmado con la Revolución de los Soviets, del pueblo ruso. Gaitán le respondió por carta: “Será desde las filas cien veces disientes, prestantes y rememoradoras del liberalismo, desde donde la actual generación realizará su obra en contra de la burguesía y por la liberación económica del trabajo. El gran calumniado, Ilich Ulianov o Nicolás Lenin, tuvo un día el deseo de cambiar el nombre de bolcheviquismo a su partido porque tal nombre apenas expresaba el hecho adjetivo de haber logrado la mayoría en una Conferencia de 1903…”
Sin embargo, en 1933, entusiasmado como Tejada en la unidad de las personas de ideas avanzadas, Gaitán fundó la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria UNIR, que disolvió pronto porque fracasó. En 1935 aclara porqué ingresa al Partido Liberal: “Ingreso al Partido Liberal a manera de Caballo de Troya, para hacer de él lo que me proponía dentro de la UNIR. El pueblo se tomará el mando del Partido, expulsará a la oligarquía liberal y la orientación programática acorde a sus intereses”.
De ahí sus vigorosas consignas cuando decide lanzarse como candidato a la Presidencia de la República:
“Pueblo por la restauración moral y democrática de la República ¡A la carga!”
“Pueblo contra la oligarquía liberal conservadora, ¡A la carga!”
“Pueblo por nuestra victoria ¡A la carga!”
Estas tres consignas remplazaban el vacuo ¡Viva el Partido Liberal! ¡Viva el Partido Liberal! ¡Viva el Partido Liberal!
El pueblo en las calles coreaba “A la carga con Gaitán”, ante los ojos y oídos ciegos el Partido Comunista se oponía a Gaitán, llamándolo demagogo, que engañaba al pueblo hablándole de una inexistente oligarquía colombiana.
En la plataforma del Teatro Colón (enero de 1947), en uno de sus discursos dijo “El liberalismo proclama la urgencia de una unidad real de los pueblos latinoamericanos, tomando como base la armonía de las distintas economías nacionales. El Partido se declara a favor de la reunión de una Conferencia Económica Latinoamericana.
Gaitán tenía méritos suficientes para aspirar a la Presidencia. Con gran capacidad se especializó en el estudio del Derecho Penal, con el prestigioso Enrico Ferri, en Italia. Allí, escuchando a Mussolini, aprendió el valor de la oratoria, haciendo ejercicios físicos para practicar (para evitar equívocos condenó con fuerza el fascismo y las doctrinas totalitarias).
También dijo: “Los hombres que hemos cruzado universidades sabemos que el hombre es como las plantas, que la planta da frutos y flores no por la planta misma, sino por el surco y la tierra donde ha prendido y que el hombre y un pueblo no pueden ser grandes y fuertes sino en razón de las tumbas donde tienen el alimento para su futuro.”
“Es que el hombre no puede incendiarse sino por grandes ideales; no puede sentir pasión sino por las cosas que tengan perspectiva histórica; es que el hombre no se aferra con empeño sino a sus ideas, sus amores, su hogar, su pedazo de tierra; a sus tumbas y sus escuelas, a aquello que le da razón a su vida”.
En septiembre de 1929, en la Cámara de Representantes hizo una lúcida y vigorosa condena de la masacre de las bananeras, señalando los responsables criminales de ella: dirigentes de la United Fruit Company y altos integrantes del Ejército colombiano. “¡Jamás sobre nuestro suelo sagrado ha de pisar la insolente planta el invasor, porque nuestro orgullo lo impide y porque para poder satisfacer sus oscuros designios las naves imperialistas tendrán que navegar sobre la púrpura encendida de nuestra sangre joven!”.
En 1930, fue Alcalde de Bogotá, debiendo renunciar ante la huelga de los taxistas, que se negaron a portar los uniformes que el exigía. Escribe Antonio Caballero: “De modo vocacional desde la infancia empezó a echar discursos, que es la tarea de los políticos en Colombia; lo hizo a los 14 años en un acto patriótico de homenaje a los procesos, celebrado el 20 de julio de 1913, en el Parque de los Mártires” (libro El saqueo de una Ilusión).
Además de penalista exitoso, fue Ministro de Educación y Ministro de Trabajo. A partir de mayo de 1946 hizo vibrantes conferencias los días viernes, en el Teatro Municipal de Bogotá. El pueblo bogotano comenzó a hablar de “los viernes culturales”. Tuvo amplia difusión su conferencia sobre “La Revolución de Octubre” en la Rusia soviética: “Tenemos que enfrentarnos a una realidad: el fenómeno ruso… se ha realizado en Rusia algo que quizá no tiene parangón en la historia… un pueblo, no sin cultura, si no con una cultura oligarca, moviéndose en una inmensa extensión inculta, en el curso de 25 años, ese pueblo pasa de las más primitivas formas de la técnica de la industria del poderío militar a ocupar posición de par entre las primeras naciones del mundo…”
No es casual que se siga recordando a Gaitán y se hayan publicado tantas biografías y estudios sobre él y aquella época. Se cumplieron sus palabras “yo no soy un hombre, soy un pueblo”, un símbolo.
* (14 de agosto de 1924 – 09 de diciembre 2020)