El triunfo del NO puede abrir una nueva oportunidad para la paz, sobre la base de alcanzar un consenso nacional más amplio sobre los acuerdos, consenso necesario para la reconciliación del país. El presidente Santos debe hacer lo necesario para reconducir prontamente el proceso de paz con las FARC. Se requiere el concurso de todos para encontrar la mejor salida a este impase nacional.
Mauricio Trujillo Uribe
Bogotá, 7 de octubre de 2016
El pasado 2 de octubre, el NO ganó el plebiscito sobre los acuerdos de paz firmados en la Habana entre el Gobierno y las FARC, al alcanzar 50.2% de los votos depositados en las urnas, en medio de una abstención que superó el 60%.
El presidente Santos no estaba obligado a convocar este plebiscito para validar constitucional y legalmente los acuerdos de paz: la Constitución colombiana otorga las competencias necesarias al Presidente de la República para preservar y garantizar la paz del país. Él hubiese podido suscribir esos acuerdos directamente con el respaldo mayoritario del Congreso. Sin embargo, Santos quiso sacar adelante la refrendación de los acuerdos de paz para darles legitimidad política y, de paso, aplanar a su más enconado adversario político, el uribismo, convencido como estaba del triunfo del SI.
Varias cosas se mezclaron haciendo posible que la mitad de los votantes y cerca de 50 mil más, optaran por el NO. En primer lugar, el dolor y rechazo que las FARC han generado en su contra durante décadas en muchas regiones del país por sus abusos, secuestros y asesinatos. Además, gran número de colombianos no aceptan que los autores de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad no paguen cárcel. Tampoco ven una actitud sincera en el arrepentimiento de las FARC, ni les queda claro cómo repararán a sus víctimas.
Tuvo gran impacto el discurso fanático de oposición del expresidente Uribe, amplificado por su bancada en el Congreso, algunas iglesias cristianas y algunos periodistas y medios de comunicación. A todo ello se sumó la campaña de mentiras y desinformación a través de las redes sociales, numerosas noticias falsas de todo tipo circularon en contra de los acuerdos de paz. Contó también la baja popularidad del Presidente Santos, hubo mucha gente que votó NO como una manera de censurar su gestión de gobierno.
Éstas y otras razones permitieron que los promotores del NO ganaran; sus voceros hablaban de querer la paz, una paz a su manera, bajo una mirada del conflicto armado nublada por el rencor. Querían la revisión o supresión de varios puntos cruciales pactados en la Habana que de no haber sido incluidos en la mesa de negociación probablemente no se hubiese conseguido un acuerdo con las FARC, organización guerrillera que aun cuando debilitada no estaba vencida.
¿Qué sigue ahora? Se abre un período de incertidumbre, de forcejeo, pero también, paradójicamente, el triunfo del NO puede abrir una nueva oportunidad para la paz, sobre la base de alcanzar un consenso nacional más amplio sobre los acuerdos, necesario para una reconciliación del país. El presidente Santos debe hacer lo necesario para reconducir prontamente el proceso de paz con las FARC. Igualmente, explorar la posibilidad de involucrar al ELN a una nueva negociación, aunque parece difícil dadas las posiciones maximalistas y a la vez gaseosas de esta otra agrupación insurgente.
Se requiere el concurso de todos para encontrar la mejor salida a este impase nacional. Tanto las élites que respaldan a Santos, como la Iglesia Católica, las iglesias evangélicas, los líderes del NO, los partidos políticos y los representantes de los principales movimientos sociales, tienen el deber de encontrar un nuevo espacio de negociación para replantear la agenda de paz y acordar un mecanismo de validación legal y política que nos permita alcanzar un gran pacto nacional. En este sentido, si ello se logra, no hay mal que por bien no venga, podríamos decir quienes votamos SI en el plebiscito.
Mauricio Trujillo Uribe
Bogotá, 7 de octubre de 2016
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