Centro izquierda en Colombia … un camino promisorio por delante

Las elecciones presidenciales que finalizaron el pasado 17 de junio confirmaron que Colombia ya no es la misma. Se ha producido un temblor electoral, asistimos a un quiebre de la hegemonía de los partidos políticos que han dirigido el país durante décadas. Los resultados electorales abren la perspectiva de una coalición de centro izquierda que podría llegar al gobierno en el 2022. Estamos en presencia de un cambio cultural en Colombia. 

Tomado de Revista Sur

Mauricio Trujillo Uribe 
Bogotá, 20 de junio de 2018 

Al obtener Petro el 41.8% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia el pasado domingo, las fuerzas de centro izquierda que lo acompañaron tienen un promisorio camino por delante tanto en las elecciones regionales y municipales del 2019 como en las presidenciales dentro de cuatro años. Ello es posible en la medida en que renueven y amplíen su alianza, movilicen y organicen mucha gente, y hagan una oposición constructiva e inteligente, cuidando siempre de ser y parecer, de velar por una imagen positiva, pues en política la credibilidad cuenta tanto como el contenido.

En el pasado, durante el período del Frente Nacional, la democracia estuvo capturada por los partidos liberal y conservador. Posteriormente, los sucesivos gobiernos han estado en manos de ese mismo bipartidismo y/o de sus diferentes vertientes, llámense Partido de la U, Cambio Radical o Centro Democrático, las cuales a pesar de sus discrepancias y enfrentamientos, están de acuerdo en lo esencial a la hora de defender sus intereses. Muestra de ello fue su respaldo en la segunda vuelta a Duque, hoy electo con más de 10 millones de votos.

Las fuerzas alternativas han venido creciendo contra viento y marea en las elecciones presidenciales: 1.21% de los votos (82 mil) con Molina en 1982, 4.5% (328 mil) con Pardo en 1986, 12.4% (757 mil) con Navarro en 1990, 6.1% (680 mil) con Garzón en 2002, 22% (2.6 millones) con Gaviria en 2006, 9.1% (1.3 millones) con Petro en 2010 y 15.2% (1.9 millones) con López en 2014, y ahora 41.8% (8 millones de votos) de nuevo con Petro, a pesar de la enorme campaña de desinformación mediática y de mentiras en las redes sociales sobre sus propuestas para el país.

Estas elecciones confirmaron que Colombia ya no es la misma. Se ha producido un temblor de tierra electoral, asistimos a un quiebre significativo de la hegemonía de los partidos políticos que han dirigido el país y usufructuado el poder durante décadas. Estamos frente a un hecho mayor, los resultados de las pasadas elecciones presidenciales abren la perspectiva de una coalición de centro izquierda que podría llegar al gobierno en el 2022.

Hemos avanzando hacia el escenario normal de las democracias occidentales modernas, en donde el pluralismo, representado en la segunda vuelta en dos grandes bloques, permite la controversia enriquecedora, el voto ilustrado, la disputa civilizada del poder y su conveniente alternancia. Sí, el panorama ha cambiado, las transiciones toman tiempo pero llegan: las nuevas generaciones se involucran más en la vida política nacional, las clases medias de las grandes ciudades han crecido y su voto es más libre, los debates electorales llegan a casi todos los rincones del país, el ágora de la plaza pública revivió como en los mejores tiempos de Gaitán, la globalización nos trae información de otras latitudes y nuevas ciudadanías surgen con muy diversos sueños y maneras de pensar. En síntesis, estamos en presencia de un cambio social y cultural en Colombia.

A su vez, los acuerdos de paz firmados entre el Estado y las FARC han permitido a la izquierda democrática comenzar a zafarse del lastre y la prevención que por años ha cargado ante gran parte de la opinión pública, al tiempo que las negociaciones en curso con el ELN facilitaron que las elecciones hayan tenido lugar sin violencia ni sobresaltos. También es importante resaltar el desempeño de la Registraduría Nacional en la rápida entrega de los resultados, lo cual contribuyó al buen ambiente, en unas elecciones que no obstante las denuncias sobre diversas irregularidades en algunos sitios, tuvieron un normal desarrollo.

Desde otro ángulo, el expresidente Uribe acertó al promover la candidatura de su ahijado político: Duque representa un cambio generacional modernizante frente a los políticos tradicionales, tiene talante de buena persona que sabe sonreír y hacer amigos, no tiene rabo de paja por señalamientos de corrupción y maneja un discurso tranquilo y conciliador. Su imagen envió un mensaje favorable a los electores en medio de un país polarizado, más allá de su inexperiencia en la administración de la cosa pública y de la sombra que le proyectan figuras muy cercanas que lo rodean, conocidas por sus posturas de extrema derecha e incluso algunas cuestionadas por su vinculación a procesos de corrupción y paramilitarismo en las regiones.

Duque dispondrá además de un alto nivel de gobernabilidad al contar con unas mayorías en el Congreso que seguramente se alinearán con lo fundamental de las propuestas agitadas en su campaña, en gran parte de inspiración y cuño de quien ha sido hasta ahora su mentor y jefe político. Para la muestra un botón de lo que se nos viene: aún antes de que se instale el nuevo Congreso y de posesionarse como presidente, Duque acaba de solicitar al Senado no dar curso al proyecto de ley que reglamenta los procedimientos internos de la Justicia Especial para la Paz, necesarios para la aplicación de la justicia transicional, elemento fundamental de los acuerdos de paz. Argumenta que debe esperarse al fallo de la Corte Constitucional sobre la ley estatutaria de la JEP, no obstante que no hay ninguna norma al respecto y que el presidente Santos ha enviado un mensaje de urgencia al Congreso para el trámite de dicha ley. Dice también que su triunfo electoral es un mandato para modificar los acuerdos de paz y por tanto hay que esperar al nuevo Congreso. Desconoce así que los mandatos de Santos y del actual Congreso van hasta el próximo 7 de agosto.

Lo que sigue está cantado. Frente a las intenciones del nuevo presidente y su bancada, las fuerzas de centro izquierda en el Congreso tendrán que buscar amplias coaliciones y también el apoyo ciudadano en todos los escenarios democráticos posibles, para defender los acuerdos de paz, los resultados de la consulta anticorrupción que tendrá lugar en agosto, el equilibrio entre las ramas del poder público, los derechos de las minorías y la protección del agua frente al fracking.

Al orden del día, la agenda para las próximas elecciones en los departamentos y grandes ciudades. Obtener los mejores resultados será un punto de llegada y de partida para consolidar el proyecto político de centro izquierda en nuestro país. Serán también cuatro años de labor pedagógica intensa para insistir, entre otros puntos, en el desarrollo de la industria como el principal eje de desarrollo económico, la educación pública superior gratuita, la acción del Estado y la sociedad frente al cambio climático, la reforma rural para la transición productiva del agro y la inclusión social. Si la tarea se hace bien y se consigue la confianza de millones de colombianos, el centro izquierda tiene un camino promisorio por delante.

Mauricio Trujillo Uribe
Bogotá, 20 de junio de 2018


Texto que sólo compromete a su autor, de libre difusión, citando la fuente, el autor y publicando fiel copia del mismo

Fuente: Artículo publicado por Revista Sur

Imagen: Casa de Nariño Bogotá Colombia Creative Commons Org