La Gran Paradoja Digital

Las tecnologías digitales se han convertido en un soporte fundamental para enfrentar la pandemia del Covid-19 y dar continuidad a las actividades de los ciudadanos, empresas, organizaciones y gobiernos. Lo que no parará ahí. Todo parece indicar que pasada la crisis tendremos una sociedad y una economía más digitalizadas y eficientes, como resultado del aprendizaje, adaptación y reinvención por el que el mundo ha tenido que pasar para poder sortear el confinamiento y el distanciamiento social. Está en curso una de las transformaciones más rápidas de la historia. Es la gran paradoja.

Artículo tomado de LE MONDE DIPLOMATIQUE 
Edición Colombia – Versión digital – Año XVIII – N° 199 
Mayo 2020 – Informe especial 

Mauricio Trujillo Uribe * 
Bogotá, mayo 2020

En un mundo globalizado como el nuestro, en el que millones de personas se desplazan todos los días de una región a otra, de un país a otro, la propagación del coronavirus, o más precisamente del Covid-19, se convirtió rápidamente, en apenas cuatro meses desde su origen en diciembre pasado en China, en una pandemia. Para finales de abril ésta ha infectado cerca de tres millones de mujeres y hombres de todas las edades y condiciones, ha causado la muerte a más de 200.000 y hoy tiene a la humanidad «detenida en el tiempo» con gran parte de sus 7.500 millones de habitantes resguardados en sus casas o alberges.

Nunca imaginamos que como humanidad nos tocara presenciar lo que estamos viviendo: calles desiertas, comercios cerrados, aulas vacías, carreteras intransitadas, aeropuertos parados, en fin, la vida como hasta ahora la conocimos suspendida o fuertemente alterada. Dada la naturaleza altamente transmisible del virus, el aislamiento y el «distanciamiento social» aparecen como la única estrategia de prevención o mitigación de su propagación y de manejo del número de personas infectadas para evitar el colapso de los servicios sanitarios. Entre tanto médicos, biólogos, químicos, matemáticos, científicos y especialistas buscan afanosamente crear la vacuna que permita ganarle la batalla a la enfermedad.

Pero en medio de esta crisis sanitaria, que ha acelerado una crisis económica y social de escala mundial dado el riesgo para la vida humana de entrar en contacto físico o próximo con personas portadoras del «enemigo invisible», las tecnologías digitales, en particular las de la información y la comunicación (TIC), se han convertido en un soporte fundamental para frenar o ralentizar la pandemia en curso y dar continuidad a las actividades de los ciudadanos, las empresas, las organizaciones y los gobiernos.

Mientras que las actividades presenciales se han parado y sólo se mantienen aquellas indispensables para el funcionamiento básico de las instituciones, de ciertos servicios esenciales y de las cadenas prioritarias de producción y distribución, el mundo digital ha conocido un extraordinario dinamismo e incremento, permitiendo por medios virtuales realizar a distancia numerosas actividades, remplazando la presencia física. Dichas tecnologías, utilizadas principalmente en ciertos ámbitos, hoy son el eje sobre el cual el mundo sigue andando: desde clases, conversatorios, conferencias, asistencia, reuniones laborales, gestiones administrativas, compra de alimentos y entregas a domicilio, hasta los eventos políticos, culturales y religiosos, entre otras actividades, se realizan ahora a través de plataformas digitales, permitiendo que la vida siga su curso.

Esta nueva dinámica conlleva el desarrollo y fortalecimiento de habilidades comunicativas, de autonomía, responsabilidad, manejo del tiempo, autogestión, resolución de dificultades y otras. Pasada la crisis del coronavirus tendremos una sociedad y una economía más digitalizadas y posiblemente más eficientes a corto o mediano plazo, como resultado del aprendizaje, adaptación y reinvención por el que el mundo ha tenido que pasar para poder sortear el confinamiento y el distanciamiento. El cambio que está generando la apropiación social de las tecnologías digitales en estos tiempos, será profundo y perdurable. Está en curso una de las transformaciones más rápidas de la historia. Es la gran paradoja.

El rebusque diario
Sin embargo, así como la cuarentena resalta, de manera particular, el drama que viven millones de familias sumidas en la pobreza o pobreza extrema, cuya posibilidad de comer todos los días depende, ante la ausencia de un trabajo estable e ingresos seguros, del rebusque del día a día, también ha visibilizado la brecha digital existente entre los diversos sectores sociales, empresas y países.

La apropiación social de las tecnologías digitales, o sea, tener acceso a ellas, usarlas y contar con conocimientos para sacarles el mayor provecho, es muy distinta según el nivel económico y cultural de las familias. La Unctad advierte que la mitad de la población mundial no está conectada a la web y sólo una de cada cinco personas usa Internet en los países en desarrollo, mientras que en el mundo desarrollado nueve de cada diez.

En América Latina la principal dificultad que hoy tienen las alcaldías de las grandes ciudades para hacer llegar los precarios subsidios o ayudas a las familias menos favorecidas, no consiste tanto en disponer de los recursos públicos o de las campañas de solidaridad, sino en el hecho de que muchas de estas familias no tienen cuenta bancaria, tampoco están registradas en las bases de datos del Estado, ni manejan un correo electrónico, para poder contactarlas. Así mismo, millones de familias no disponen de un computador en su casa o de acceso a Internet para que sus hijos puedan asistir a las clases en línea, algunos indicadores señalan el 40% de la población.

En el mundo empresarial también asistimos a una transformación disruptiva en materia de dirección, organización y procesos, gracias al uso de las TIC. Pero la pandemia también ha puesto de presente la brecha digital entre las empresas tradicionales que están seriamente amenazadas por el confinamiento social, a punto de cerrar o en el rebusque diario, y las que por el contrario siguen operando e incluso han encontrado una oportunidad de crecer, favorecidas por el uso de plataformas digitales y recursos colaborativos en línea.

En nuestra región el cierre de la brecha digital es un factor determinante para la inclusión social y económica de las poblaciones menos favorecidas, al igual que para el desarrollo empresarial. Pasada la crisis, es responsabilidad de los gobiernos aprovechar el impulso ganado en el uso de las tecnologías digitales para redoblar esfuerzos en la inclusión digital de los sectores populares, mediante programas efectivos de apropiación social de las TIC en barrios y centros educativos. Merecen especial atención los jóvenes y adultos mayores. Y para respaldar con políticas públicas y créditos blandos la transformación digital de las empresas nacionales, sobre todo las pequeñas y medianas.

En estas condiciones, ojalá el próximo voto ciudadano, de Argentina a México, tenga en cuenta las propuestas de los candidatos en este campo. El acceso a Internet debe ser considerado un derecho público esencial y debería garantizarse un consumo básico para las poblaciones de pocos recursos, extendiendo para ello WiFi gratuito por todas las ciudades.

Nuevo paradigma laboral
Numerosos son los sectores de la economía en los que el teletrabajo se puede introducir. De hecho, esta modalidad de trabajo hace parte de la reglamentación laboral de los países andinos y de la mayoría de América Latina, y ya algunas empresas lo han puesto en práctica, principalmente de manera parcial y para cierto tipo de servicios.

Con la pandemia del Covid-19, se ha multiplicado exponencialmente el número de personas tele-trabajando desde sus casas, pudiendo apreciar las ventajas de bienestar que traería esta práctica en tiempos normales. No tendrían que madrugar a sus sitios de trabajo o regresar en las noches a sus hogares en los atiborrados medios de transporte masivo, ni gastar dos o tres horas diarias de lo más preciado que tiene el ser humano, su tiempo. Podrían organizar sus jornadas entre los horarios productivos, comer en casa y compartir con sus familias. El teletrabajo ofrece igualmente una oportunidad laboral a las personas en condición de discapacidad, y a las madres y padres que deben ocuparse de sus hijos. Sin embargo, la confusión entre vida laboral y familiar, tiempo de trabajo y de ocio, surge como una limitante del teletrabajo, así como la extensión de la jornada de trabajo por órdenes que llegan desde el centro de operaciones y no reparan en el límite de la jornada laboral.

En la economía de mercado las empresas están obligadas a transformarse e innovar. Las plataformas colaborativas de teletrabajo 4.0 permiten ahorrar costos, flexibilizar horarios laborales, ganar en productividad y eficiencia, y mejorar el clima laboral. La reducción de la jornada de trabajo, de 8 a 6 o menos horas diarias, deja de ser una utopía. De otro lado, el teletrabajo no debe ser una forma de precarizar el empleo y en ello los trabajadores y sus organizaciones deben estar vigilantes. Este paso laboral exige entonces un cambio de mentalidad. Avanzamos así, hacia un nuevo paradigma laboral.

Tsunami en la Educación
Salvo en centros educativos con programas específicos a distancia, la educación virtual como complemento de la educación presencial sigue siendo una meta a alcanzar en el sistema educativo de los países latinoamericanos, sin desconocer que el uso de recursos digitales ha ganado espacio en colegios y universidades, principalmente del sector privado. El debate no resuelto sobre la educación como proceso de socialización que va más allá del aula e implica la interrelación diaria en espacios públicos entre los actores del proceso educativo y de éstos con la sociedad en general, un aprendizaje que implica mucho más que leer o revisar escritos, gana nueva pertinencia.

En América Latina hay todavía un amplio trecho por recorrer: mejorar la infraestructura de conectividad de los centros educativos; garantizar que todos los estudiantes tengan acceso a los monitores de sus instituciones y cuenten con computadores en sus casas; mayor capacitación de los educadores en las herramientas digitales; plataformas con contenidos interactivos ajustados a los pénsum académicos; y actualizar las políticas y programas de educación virtual. También es fundamental mejorar el nivel de inglés de docentes y estudiantes, sin lo cual están en desventaja para integrar los beneficios de la revolución 4.0.

No obstante, con ocasión del cierre forzoso de escuelas, colegios, institutos y universidades, y la continuación de las clases por medios digitales decretado por las autoridades, se está produciendo un verdadero «tsunami educativo». En Colombia, por ejemplo, la mayoría de los docentes ha tenido que preparar sus clases virtuales a marchas forzadas, adecuando su material pedagógico y sus espacios de trabajo en casa y algo similar ha pasado con los estudiantes. Así, unos y otros han ido adaptándose y tomando el ritmo.

El impacto que tendrá esta experiencia cuando alumnos y educadores regresen a las aulas permitirá que la educación virtual ocupe finalmente su espacio, rompiendo paradigmas. El debate sobre los programas de formación y el futuro de los establecimientos educativos estará servido. Y algo es seguro: La educación presencial no volverá a ser la misma.

Lucha contra el coronavirus
Medios de comunicación, ciudadanos, gobiernos, autoridades sanitarias, servicios de salud, laboratorios, comunidad científica y organizaciones internacionales están utilizando de una u otra forma las tecnologías digitales en la prevención y lucha contra el Covid-19. A los medios de comunicación, que a diario informan sobre el avance y consecuencias del virus y las medidas sanitarias que la gente debe acatar, se suman las redes sociales en Internet, las cuales, aunque sirven de cloacas de noticias falsas, están facilitado el intercambio de conocimientos en salud, medidas preventivas y autoevaluación.

Las tecnologías digitales también permiten elaborar modelos epidemiológicos predictivos que están ayudando a los gobiernos y autoridades sanitarias a tomar decisiones sobre la gestión de la cuarentena y la reactivación de sectores productivos, para encontrar un equilibrio entre «aplanar la curva» de contagiados y paliar la recesión económica. En China, Corea del Sur y otros países han implementado aplicaciones en teléfonos móviles para monitorear las personas contagiadas. En Colombia, recientemente la Ministra TIC presentó la aplicación CoronApp. Sin embargo, en democracia política, es urgente que el gobierno aclare cuáles son las medidas de privacidad y seguridad de los datos que se colectan.

Otros ejemplos son las cámaras de alta resolución y termómetros infrarrojos que miden la fiebre de posibles infectados; drones y robots para esterilizar hospitales, sitios públicos y medios de transporte; computación de alto rendimiento con sistemas de Big Data e Inteligencia Artificial para comprender el coronavirus y obtener lo antes posible una vacuna; tele-asistencia sanitaria y plataformas en la nube con el historial clínico de recuperados.

En conclusión, el sector TIC se erige como gran aliado contra el coronavirus y futuras epidemias, poniendo de presente la importancia de las formaciones universitarias y tecnológicas asociadas a las tecnologías de la cuarta revolución industrial o industria 4.0.

Reinventar nuestra forma de vivir
Esta crisis mundial, como otras sucedidas en el pasado, y como la que ya empezamos a vivir debido al cambio climático, también provocada principalmente por los humanos, nos debe llevar a cuestionarnos como habitantes del planeta, nuestro único y espectacular hogar.

La pausa global nos debe conducir a reflexionar sobre nuestra condición de «especie dominante» y el futuro de la Tierra: es necesario modificar nuestro comportamiento personal y colectivo en aras del bienestar general y el uso responsable de los recursos comunes. Nos esperan nuevos desafíos como civilización, es imprescindible un cambio de mentalidad y una transformación de nuestros modelos de existencia.

Mauricio Trujillo Uribe *
Bogotá, 08 de mayo de 2020

* Ex-Alto Consejero Distrital de TIC de Bogotá, ex-Ingeniero de Investigación del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia. Consultor en temas de Ciudad Inteligente.