Millones de ciudadanos marcharon con camisetas blancas, portando banderas y letreros, coreando “libertad para los secuestrados y no a la guerra”, muchos de ellos exigiendo un acuerdo humanitario. Las grandes mayorías urbanas que se movilizaron el 04 de febrero lo hicieron por solidaridad con los secuestrados y porque están hastiadas de la violencia y anhelan un país en paz.
Mauricio Trujillo Uribe *
Bogotá, 8 de febrero de 2008
Las multitudinarias marchas ciudadanas del 4 de febrero de 2008 en Colombia expresaron un movimiento social multifacético que no puede encasillarse en epítetos reductores y clasificaciones excluyentes.
Lo primero que debemos señalar es que esas marchas reflejaron ante todo un sentimiento real de la mayoría de la sociedad urbana de repudio al secuestro y de rechazo a las FARC. Un sentimiento acumulado principalmente a lo largo de los últimos años y exacerbado recientemente por los testimonios sobre las condiciones de ignominia y calvario que padecen los secuestrados.
Sin embargo, lemas como «no más secuestros», «no más mentiras», «no más FARC» que agitaban las multitudes, no se acompañaban de consignas como «rescate a la fuerza», «viva Uribe», «guerra a las FARC» o consignas similares, salvo en grupos minoritarios.
Desde luego, grupos de poder del establecimiento buscaron inducir a la opinión pública para que esa movilización fuese a su vez un apoyo al Presidente Uribe y a su política de «Seguridad Democrática»; y en parte lo lograron. El apoyo económico de ciertos gremios patronales para costear la propaganda fue evidente. Abundó la información sesgada sobre los objetivos de la marcha y fue visible la intención de algunos sectores políticos de derecha, a los que se sumaron grupos de ultra-derecha, de insuflarle a esa jornada un sentimiento de odio y de pensamiento único.
Pero las grandes mayorías urbanas que se movilizaron el 4 de febrero lo hicieron por solidaridad con los secuestrados y porque están hastiadas de la violencia y anhelan un país en paz. Esa es, en el fondo, la motivación fundamental que llevó a un mar de colombianos y colombianas a volcarse a las calles en una jornada histórica sin precedentes en el país y en el exterior.
La movilización fue un acto masivo y pluralista que desbordó los cálculos de todos, incluido el Polo, cuyo Comité Ejecutivo en su mayoría no supo o no quiso entender los sentimientos del ciudadano de a pie y se quedó corto frente a los acontecimientos. De hecho, esa mayoría decidió que el partido no participaría en la marcha, no obstante los argumentos que algunos de los miembros de esa máxima instancia de decisión del Polo expusimos sobre la importancia y significado de esa manifestación ciudadana.
Intentar explicar desde ciertas posiciones izquierda que el tsunami humano del 4 de febrero se debió principalmente a la manipulación del oficialismo, de los sectores «uribistas» y de los medios de comunicación, o absurdamente comparar esas marchas ciudadanas con las marchas de apoyo a Hitler en la época de la Alemania fascista, es pretender «tapar el sol con las manos» y cerrar los ojos a la realidad.
Lo que vimos fue una actitud distinta y serena de millones de ciudadanos y ciudadanas que con camisetas blancas, portando banderas y letreros, e inventando ingeniosas formas de expresión, coreaban libertad para los secuestrados y no a la guerra; muchos de ellos exigiendo un acuerdo humanitario.
Mauricio Trujillo Uribe *
Bogotá, 8 de febrero de 2008
* Miembro de la Dirección Nacional y del Comité Ejecutivo Nacional del Polo Democrático Alternativo
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Fuente: Página Web Polo Democrático Alternativo
Foto: Revista Semana